LA CARRETERÍA Y LA VACA SERRANA SORIANA – II

LA CARRETERÍA Y LA VACA SERRANA SORIANA – II

Privilegios

Al igual que el Honrado Concejo de la Mesta, la Cabaña Real de Carreteros tuvo importantes privilegios, y ambas instituciones, chocaron frontalmente con los intereses de los agricultores. En el caso de la carretería, y tal y como recoge Gil Abad, eran, resumidos: libertad de los carreteros para andar por todos los términos de los pueblos. Que no se les cobren penas como a los vecinos. Que los Concejos abran los carriles y caminos a su costa. Que puedan pagar los portazgos y aranceles de aduanas en el camino sin desviarse y si no se les mostraba el arancel no estaban obligados a pagar. Que puedan usar con sus bueyes por los terrenos permitidos a los vecinos. Que puedan cortar madera de los montes para reparar sus carretas. Que los bueyes que llevan sueltos, de remuda o rebezo no paguen derechos. Decimos resumidos, porque las continuas concesiones y privilegios ocuparon centenares de páginas. Muchos de ellos hacen hincapié en que no se veje a los carreteros.

Durante la primera mitad del siglo XVII la Corona concede nuevos privilegios que incluyen: estar excluido de todo reglamento local, a menos que fuera expresamente aprobado por la Corona. Permiso específico para transportar madera para sus usos personales en viajes de puerto a puerto. Exención del servicio militar y de milicias. Entrada libre en tierras regadas y en viñedos cortados, en tiempos de sequía. En este siglo, los carreteros podían ir provistos de armas.

Tal era la importancia de la carretería, que en el siglo XVII la Corona creó un Juez Conservador de la Real Cabaña de Carreteros con categoría de Ministro del Consejo. En 1836 se abolieron todos los privilegios, tanto de la Mesta como de la Carretería, pero se seguían dando disposiciones que favorecían a una y a otra actividad.

En referencia a los privilegios y ordenanzas de los carreteros de nuestra región, y a los propietarios de carretas, recurrimos de nuevo a José Tudela de la Orden.

Sabemos que Hontoria del Pinar tenía en 1817 sus propias Ordenanzas de Carretería y, además, que algunos pueblos pinariegos de Soria y de Burgos –Canicosa, Hontoria del Pinar, San Leonardo, Navaleno, Covaleda, Duruelo, Regumiel, Quintanar, Palacios y Vilviestre del Pinar- tenían otras Ordenanzas para ellos que fueron aprobadas por la Corona en 16 de mayo de 1841. Son diez los pueblos carreteros sorianos y burgaleses pertenecientes a esta concordia carretera, quedando fuera de ella 16 pueblos pinariegos de ambas provincias. De estas Ordenanzas sólo conocemos el acta de la Junta de Cabaña de Carreteros del Reino celebrada en Canicosa el 13 de febrero de 1840.

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Propietarios de carretas

Tampoco tenemos muchos datos para conocer este régimen de explotación. Sabemos, como se ha dicho, que la mayor parte de las cuadrillas de carretas de los Pinares de Soria y de Burgos eran de varios vecinos y que había muy pocos propietarios de cuadrilla completa, y cuestión previa, para conocer este régimen, es saber, en cuanto a la propiedad, la composición de la cuadrilla de carretas. Kleinpenning publica un interesante estado referente a nueve pueblos de esta región pinariega, cinco de Soria y cuatro de Burgos, con el número de carretas de puerto a puertoque tenía, en el siglo XVIII, cada uno de los vecinos propietarios de estos carros. Este es ya un estudio concreto, preciso, de esos nueve pueblos; pero hay que hacer la misma investigación no ya en esos nueve pueblos, sino en los 29 restantes que incluye Kleinpenning en la comarca por él estudiada y, además, en los pueblos carreteros de Burgos y de Soria que sin ser pinariegos eran carreteros, como Herreros, Villaverde, La Muedra, San Pedro Manrique y otros de la provincia de Soria, como seguramente habrá otros pueblos carreteros no pinariegos en la de Burgos.

Sin entrar ahora a discriminar lo que este autor entiende por vecino y por habitante, término que encuentra en el Catastro de la Ensenada y cuyo exacto concepto no ha llegado a interpretar, vamos hacer un resumen de los importantes datos que publica.

De los 782 vecinos y habitantes de esos nueve pueblos, tan sólo 418 son dueños de carretas, y entre todos tienen 2.356 carretas, distribuidas, en cuanto a su propiedad, en los siguientes grupos:

Trescientos setenta y dos tenían de una a diez carretas, con una media de cinco carretas. Treinta y siete de diez a veinticinco, con una media de diecisiete carretas. Nueve, de veintiséis a cincuenta y dos, con una media de treinta y nueve carretas.

Más del 86 por 100 de los propietarios de carretas sólo tenían una media de cinco carretas cada uno y tan solo el 2 por 100 tenía una media de treinta y nueve; y precisando más, de 418 propietarios de carretas sólo seis tenían cuadrilla completa; es decir, el 1,30 por ciento del total de propietarios de carretas.

Todas estas cifras sólo se refieren a nueve pueblos carreteros y de seguro que aún acentuarán estos resultados si llegamos a hacer este cálculo algún día como es nuestro propósito, no sólo de los 38 pueblos pinariegos de Soria y de Burgos, sino de otros pueblos de estas dos provincias que sin ser pinariegos eran pueblos carreteros.

Tratándose de Los Molinos de Salduero, que eran dos pueblos en una sola entidad, y era el segundo de España en este trajín de las carretas (4), había cuatro carreteros que entre los cuatro tenían 572 bueyes y novillos dedicados a esta granjería, lo que indica que tenían entre los cuatro aproximadamente cinco cuadrillas de carretas.

Abejar (Soria), según el mismo catastro, tenía “244 carretas divididas en diferentes cuadrillas que, con las reses de revezo, ocupan 708 de cuatro propietarios y otros aparceros que por menor constan en las relaciones que se han entregado y dehesas donde pastan”; pero no constan en el Catastro estos detalles.

En resumen: hay poquísimos propietarios de cuadrillas completas de carretas que pudieran ser empresarios de su propio medio de transporte, bien para negociar con él, comprando, transportando y vendiendo por su propia cuenta, que sería lo más corriente, por ser lo más lucrativo, o bien para arrendar su cuadrilla a un gran productor con el fin de transportar sus productos: lana de uno o varios grandes ganaderos, sal de algunas de las salinas de Poza o Imón, por cuenta de la Real Hacienda; azogue de las minas de Almadén a los puertos de Sevilla o de Lisboa…, actuando unas veces como comerciantes y otras como meros transportistas.

En estos casos el personal de la cuadrilla estaría a jornal del propietario o acaso con participación en las ganancias.

En el Catastro de Molinos de Salduero uno de los dos dueños de cuadrillas de carretas tiene seis criados y ya hemos dicho que éste era el número de hombres que cada cuadrilla necesitaba para su servicio.

Hay que mirar todos los catastros de los pueblos de carretería con cuadrillas completas para ver si es frecuente que en ellos figuren también criados permanentes de los dueños de cuadrillas de carretas.

La mayor parte de los carreteros aportaba a las cuadrillas unas cuantas carretas, pocas, según hemos visto por el estado de los nueve pueblos pinariegos. De modo que la cuadrilla la compondrían carretas de cuatro a ocho propietarios que en las declaraciones del Catastro se les llamar aparceros, lo que nos ilustra para conocer que iban a pérdidas y ganancias”.

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La carreta, la cuadrilla, la casa y la comida

Para que esta actividad se llevara a cabo, era fundamental la existencia de la carreta. Este medio de transporte, es decir, la carreta serrana, era un carro largo, estrecho y bajo. La plataforma la conformaban tres maderos, más largo el del centro, que era donde se enganchaban los bueyes, y a ambos lados llevaba las ruedas, sólo dos, una a cada lado. Como puede comprobarse, medio de transporte elemental.

La cuadrilla de carretería estaba compuesta por veinticinco o treinta carretas y seis o siete carreteros. Éstos se organizaban en mayoral, el propietario o un administrador, a veces dos o más propietarios de una carretería completa, ejercían esta función. Aperador, el que reparaba las carretas. Ayudante de aperador. Pastero, cuidaba los bueyes en los pastos y se ocupaba de los enseres de la carretería.  Ayudante  de pastero. Gañán, hacía labores varias, en general lo que se le mandaba, y especialmente, cargar y descargar las carretas. Ayudante de gañán.

Los carreteros pasaban fuera de su casa unos siete meses, estaban en ruta aproximadamente desde San Marcos (25 de abril), hasta San Andrés (30 de noviembre). Los hogares de la sierra debían ser, en principio adaptados a la climatología, y muy especialmente preparados para guardar en ellos los animales. El material empleado fue la piedra y la madera, y las ventanas, como en el resto de las provincias de Soria y Burgos, pequeñas, en especial las que dan al Norte. La puerta de entrada, grande, da paso a un zaguán, al fondo del cual está la cuadra, y a un lado el dormitorio, con otro en el piso de encima. La parte más importante es la cocina, donde se hace la vida, provista de una gran chimenea que sale desde las paredes, como las de Calatañazor y su comarca, donde se secan los productos de la matanza. En el alto se sitúa el desván o cámara donde se guarda la paja y la hierba, que se suministra directamente a la cuadra por un hueco cuadrado en el suelo.

Volvemos a don José Tudela y a su descripción de una venta de carreteros de bueyes, que las habría a lo largo de sus rutas:

“En Casarejos, cerca del puerto de la Galiana, vimos hace muchos años, en la orilla del pueblo, un gran caserón que, a nuestro juicio, parecía haber sido una venta de carreteros de bueyes. Sin fotografías ni dibujos a que referirnos vamos a hacer su descripción tan solo por el recuerdo.

Su frente, a tres aguas, constaba de una gran puerta, dos pequeñas ventanas a los lados y otras dos más pequeñas sobre estas. Su perfil era trapezoidal, pues el piñón del tejado lo cortaba otro plano con aguas al frente, como suele hacer en todo Pinares.

La gran puerta daba entrada a un amplio zaguán o portalón capaz para dos carretas, y era una especie de patio interior, cubierto, dentro de la casa, al que bordeaba, por el único piso superior, un corredor volado con su balaustrada hecha de gruesos cuadradillos encajados, entre solera y pasamanos, por su lado más ancho. Este corredor corrido por tres lados montaba sobre el saliente de los machones que sostenían en las tres crujías el piso superior, a modo de largas zapatas; y para sostener el antepecho o balaustrada, unos ligeros pies derechos lo unían a los cabios del tejado.

La planta inferior tenía tres crujías de establos, que daban la vuelta al zaguán por tres lados, quizá para los bueyes más cansados; e interrumpidos sólo en el frente o fondo por un pequeño dormitorio y otro pequeño granero al lado para los piensos. En los establos cabrían de cuarenta a cincuenta reses mayores.

En el fondo, en el ángulo de la derecha, una escalera daba acceso a la planta superior, compuesta, a su vez, de una gran cocina en el centro, de campana cónica, como las típicas de la región, ocupando el eje de la crujía del fondo. Al otro lado, un granero más grande, a modo de almacén, y otras habitaciones contiguas sobre los establos.

Unas cuantas ventanas daban luz y ventilación, por el exterior, a esta casona, aislada por sus cuatro aires.

Comprendimos al verla que se trataba de una venta de carreterías de bueyes, que al volver de su trajín a sus pueblos originarios rendirían allí viaje, después de subir el duro puerto de La Galiana, cara ya a sus pueblos, de los que sólo distaban media o una jornada.

En el zaguán meterían los carreteros una o dos carretas, las que llevaran más preciada carga: arcas, herramientas, ropas, regalos, etc.

En los establos meterían el ganado más cansado y más manso, y los demás, con los de remuda, quedarían junto a las carretas comiendo su pienso en sus portátiles gamellas de pino.

En la alcoba de abajo dormirían los carreteros más jóvenes, para cuidar de los bueyes, y en las más altas los más viejos.

A la mañana siguiente volverían a uncir sus carretas y, por Casarejos, bajarían a San Leonardo, y desde allí a sus respectivos pueblos de la región pinariega burgalesa y soriana.

Este parador de carreterías tenía una función semejante a la de los célebres “carabanserrails” o paradores de caravanas de camellos en el Norte de África”.

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La comida

Antaño, cada actividad esencial requería de una alimentación específica. Los pastores de la Mesta tenían como base de la alimentación el pan –que compartían con sus mastines a partes iguales-, la cecina de oveja, las migas, la leche, el queso de cabra y, cuando algún animal moría despeñado, la caldereta merina. Muy parecido fue el régimen alimenticio de los carreteros. Cambiaba, por ejemplo, la cecina, que en lugar de ser de oveja era de vaca serrana.

Pero si hay un guiso propio de esta actividad, es el llamado ajo carretero. No es más que una caldereta elaborada con oveja, animales que portaban en sus carreterías. Aunque hayamos recogido diversas recetas del ajo carretero, básicamente es la carne casi el único ingrediente, junto con agua, ajos y sal. Unos le añaden tomate, otros cebolla, otros pimentón o pimiento rojo seco. Suponemos que los ingredientes estarían en función de los que tuvieran en ese momento. La diferencia con la caldereta merina, es que el ajo carretero se dejaba caldoso para comer, tras las tajadas de carne, el caldo con rebanadas finas de pan.

Puesto que también llevaban con ellos cabras, hacían queso y cuajada, para lo cual sólo era necesario la leche y el cuajo, que se conseguía dejando secar el estómago de un cabrito con leche dentro, o el de un borrego.

De toda aquella actividad que llenaba los caminos con carretas repletas de todo tipo de materias primas y productos manufacturados, existe en la actualidad la Fundación Real Cabaña de Carreteros, presidida por Antonio Martín Chicote. Esta asociación, con sede en Quintanar de la Sierra, se ocupa de dar a conocer lo que fue y significó la carretería. Los podemos encontrar en Madrid con sus carretas, recordando que El Escorial fue construido gracias a la madera de sus pinos, que ellos transportaban en sus carretas, como delante de la catedral de Burgos, para reivindicar lo mismo. Organizan semanas culturales, seminarios y demostraciones, todo, con tal de que no se olvide quiénes fueron y qué significado e importancia tuvo su existencia.

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Vaca serrana negra  

Para que las carretas cumplieran su cometido era necesario un motor, y durante siglos lo fueron los bueyes nacidos de la vaca serrana negra, cuyo antecesor fue el Bos taurus ibericus, que podemos contemplar en las pinturas rupestres de Valonsadero.

La soriana Elvira de la Orden Gómez ha publicado un libro sobre esta raza. Se trata de un trabajo para la asignatura de Etnología y Etología de 2º de Veterinaria de la Universidad Alfonso X El Sabio, que ha sido editado por la Asociación de Criadores de Ganado Bovino Serrana Negra, e impreso por Ochoa Editores.

De él extraemos lo que los romanos escribían de los numantinos describiendo entre sus costumbres “la del pastoreo de vacuno negro y la costumbre ancestral del sacrificio en el solsticio de verano de machos bovinos negros con los que previamente se hacían juegos lúdicos. (…). Su aprovechamiento dinamógeno iba asociado a la producción de carne. Rendía al mercado la pieza más cotizada bajo el nombre de ternera blanca de Castilla (proveniente de las yuntas de vacas cuyas crías eran sacrificadas como lechales para compatibilizar su producción con la de trabajo) y la de menores horizontes comerciales, el buey cutral (de cuchillo) salido del desvieje y desecho, de carne seca, que asociada al exceso de grasa era el origen de la excelente chacinería local presidida por el chorizo y la cecina”.

De la Orden describe la vaca soriana bociblanca, cara corta, ojos oblicuos con abundantes pestañas negras. Las encornaduras tienen una longitud 25 centímetros los machos y 28 centímetros las hembras. Cuello más bien corto, potente y musculoso. Papada abundante de perfil discontinuo y expansión hasta las extremidades anteriores contactando con las rodillas. Ubre recubierta de pelo fino. Epidermis gruesa y bastante tejido subcutáneo adaptado a climas fuertes y defensivo de ataques de insectos. Las crías en los dos primeros meses presentan coloración castaña-rojiza como medio de camuflaje.

No resulta útil para la producción lechera industrial, pero su carne es excelente. Como curiosidad añadiremos, que de esta raza procede la antigua mantequilla de Soria. La gran cantidad de grasa que produce esta raza es la responsable de la calidad que alcanzó la antigua mantequilla de Soria, antes de ser sustituida su leche por la que produjo más tarde, la raza Parda en el Valle.

Advierte de las frecuentes cornadas entre los animales, lo que, según ella, se solucionaría cortando 10 centímetros los cuernos. En general son muy resistentes a todas las enfermedades, por lo que ocasionan escaso gasto veterinario y farmacológico.

Pero la vaca serrana soriana puede estar en peligro de extinción. La desaparición de la carretería por un lado, y de las labores agrícolas con tracción animal por otro, ha reducido la cabaña de quince mil ejemplares existentes en la provincia de Soria, en 1950, a las 508 cabezas de la actualidad, distribuidas en 32 explotaciones de 22 municipios de la provincia. Estas explotaciones tienen pocas cabezas, las únicas significativas son tres: el Consorcio de la Diputación Caja rural de Soria, con su explotación de cría de ternera de calidad, en Taniñe; la de José María Manchado González, en La Muela; y Serrana Soriana, S.C., cuyo gestor es Miguel Ángel Núñez.

Este peligro de extinción está sensibilizando al sector, que cuenta como asesor y entusiasta, a Santiago Álvarez, miembro del comité científico de la Federación Española de Razas Autóctonas, y especialista en razas en peligro extinción o ya extinguidas.

Tanto la Asociación de Criadores de la Vaca Serrana, como Santiago Álvarez, abogan por un esfuerzo colectivo para hacer de la vaca serrana una productora de carne de alta calidad, para lo que sería necesaria la implicación de las distintas administraciones además de, como siempre es recomendable y saludable, todo soriano que tenga interés, de cualquier tipo, en que la raza soriana no se extinga también.

Isabel Goig, 2010

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HOMENAJE AL HISTÓRICO CARRETERO

Autor: Pedro Gil Abad.

Ven Torillo, ven Chaparro.

Ya se marchan las carretas de la Sierra

ha llegado el mes de marzo.

 

Las mujeres de mi pueblo

se amontonan junto al carro

que es su vida

y se va su carretero todo el año:

Pedro Ucero, Angel Chicote, el tío Paco.

 

Las mujeres de mi pueblo

les preparan el subeo, las coyundas,

los corniles y los sacos.

 

«¡Hala, Juana!, cuida bien de los muchachos».

 

El adiós del carretero es tan profundo

que no salen las palabras de sus labios.

 

Ya se marchan las carretas.

Ya se van el pueblo abajo

y la vara, compañera en el camino,

siempre al brazo.

 

En Espeja y Espejón, cargan el jaspe.

La madera en los pinares de la Sierra.

Ven Torillo, ven Chaparro.

 

Ya se acercan a la villa del Madroño.

  1. Felipe, El Escorial, han arribado,

y la pica del artista les de vida

en la augusta seriedad del herreriano.

 

  1. Felipe agradece los servicios de carretas

y les da su real mano,

concediendo privilegios de nobleza

a las villas que trajinan con los carros.

 

Ya se marchan las carretas de Madrid,

el azogue de Almadén están cargando.

Ven Torillo, ven Chaparro.

 

En la ruta de Sevilla,

el traqueteo se oye claro.

Va en cabeza el mayoral con su ayudante

la descarga del azogue va a los barcos.

 

Carretero, tu mirada se ha clavado:

los betunes fabricados en los hornos de tu pueblo,

tapan todas las ranuras de los cascos

y los pinos de tu Sierra, desde América

traen plata para dársela a tu carro.

 

Las carretas están listas,

van cargadas de oro blanco.

Ven Torillo, ven Chaparro.

 

Traqueteo de los ejes y las ruedas,

con la vara bajo el brazo,

tez curtida por los vientos y los soles.

Mira lejos y en el prado,

ve a la Virgen de la Guía que le dice:

«Llegarás pronto a mi lado, carretero,

yo te guío, yo te guardo.»

 

Al compás de las carretas

la boyada va rumiando.

Emigrante de caminos,

Quintanar pide a sus hijos,

que recuerden en sus pasos:

el Peñedo, la Campiña, Rozavientos,

San Martín, Peña el Cuervo, Peña el Vaso,

la Roza, el Cerro, la Cacera, el Centro.

Ven Torillo, ven Chaparro.

 

Sueña, sueña en tus cumbres,

amontona en las arcas de palacio

el tesoro americano que transportan.

Carretero, con la vara bajo el brazo

Portugal será tu meta.

El Reino manda.

Torillo ven, ven Chaparro.

 

Es necesario andar en tus trajines,

y llevar el tiro y el cañón pesado.

En Mérida dejaste los pertrechos

sorteando peligros de enemigos cercanos.

En Hontoria, cargando las carretas de piedra

para la Catedral, milagro humano.

 

Las salinas de Imón, Añana y Poza,

te dieron su riqueza y tú magnánimo,

la llevaste a los pueblos

del Reino de León,

de Castilla, Vascones y Navarros.

 

Mil macizas carretas a Barcelona marchan

el año de escasez, a llevar grano.

 

A Quintanar se acerca el carretero,

ausente casi un año.

 

Ya se acercan las carretas de la Sierra,

ya se ven aparecer por el Majano.

Los ancianos, las mujeres y los niños

corren prestos a fundirse en un abrazo:

«¡Hola, Juana!, ya hemos vuelto

¿Qué tal  andan los muchachos?»

 

Las Dehesas cabe el Duero les esperan,

la boyada se encamina hacia los pastos,

en tres meses del invierno

recuperan energías el Torillo y el Chaparro.

 

Carretero de la Sierra, estás en casa.

Goza un poco del descanso.

El invierno es duro y frío

y en tu casa, en la cocina,

te has jugado, como dice Loperráez,

el dinero que ganaste todo el año.

 

En los días menos duros

tienes ratos de placer jugando al dardo.

Navidades, Año Nuevo, Sebastianes,

Candelaria y… llega marzo.

 

«¡Hala, Juana!, cuida bien de los muchachos.»

 

Ya se marchan las carretas de la Sierra,

ya se van el pueblo abajo.

Quédate un rato conmigo, junto al pueblo,

Quintanar te da un abrazo

y te arrulla con su risa pinariega.

 

Carretero, para el carro.

Ven a Sanza y goza el néctar del verano.

Si te vas, la villa queda fría y triste.

No te vayas. Para el carro.

 

Pero tú me miras fijo,

la colilla entre los labios

y mirando a la carreta que es tu vida:

¡ven Torillo, ven Chaparro!

FIN

Autor: Pedro Gil Abad. Historiador y catedrático de Geografía e Historia. Hijo Ilustre de Quintanar. Copiado de su libro: «QUINTANAR DE LA SIERRA, un pueblo burgalés en la comarca de Pinares» Pág 403 a 406

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Fuentes

Vaca Serrana Soriana

Canal de Santalba

De la Orden Gómez, Elvira. La Serrana Soriana o Serrana Negra Soriana. Edita Asociación de Criadores de Ganado Bovino Serrana Negra. Ochoa, Soria, 2010

Gil Abad, Pedro. Junta y Hermandad de la Cabaña Real de Carreteros Burgos-Soria. Diputación Provincial de Burgos. 1983.

Rialares. Sociedad Círculo de la Unión Perla de los Pinares. Año III nº 6, agosto 1998, Quintanar de la Sierra.

Tudela de la Orden, José. La Cabaña Real de Carreteros. Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1963. Reproducido en “José Tudela, la persona y sus espacios”, I. Goig

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