Romance del Tuta – IV

                 VI

Allá, postrado en su lecho,
al Tuta la muerta llega,
prisas no tiene la muerte
y lenta va a por su presa.
Tardes noches y mañanas,
familiares lo rodean
y el rostro del asesino
entre familiares queda.
Sabe el Tuta quien ha sido
y a la tumba se la lleva.

               VII

Siguen de calor los días
y el tiempo borra la huella,
y se acaban comentarios,
y se olvida la tragedia.
El herido sigue vivo.
El sospechoso en la trena.
Va cada cual consumiendo
su monótona existencia.

Son días largos de estío
en los que el monte sestea;
dormitan los arrabales,
duermen el río y la sierra,
mece la brisa cansina,
del árbol, las hojas secas,
rasga el canto del cuclillo
el silencio en la floresta
y zumban tábanos negros,
del ganado, en sus orejas,

pasean las mariposas
alas de carmín y seda
y se engalanan los campos
de variopintas maneras,
ora una flor amarilla,
ora ocres de sementera,
azules llevan los cielos
y verdes en las praderas,

y esos colores alegres
que con las pupilas juegan
cambiando de indumentaria
en los giros de cabeza,
que dan regocijo y calma
a aquellos que los contemplan,
esos colores joviales
nada saben de tristezas,
que son testigos del campo
ajenos a las tragedias.

Mañana de una mañana
a una hora tempranera,
después de que se hayan ido
meses, desde la tragedia,
-casi olvidado el suceso-,
a los pies de Covaleda
el tan-tan de una campana
la calma del aire, sesga.

El chirriar de una ventana.
Una ama de casa, observa.
Oye. Llama a la vecina,
su puerta repiquetea.
Saludan ambas al día.
La campana, suena y suena.
Llega el sonido al arriero,
lo oye el tendero en la tienda,
y el pastor en la majada,
y el campesino en su hacienda,

va el aire de la mañana
preñado de notas negras
arropado por el luto
del humo en las chimeneas.
Pregunta el rapaz al padre
qué toque es el que allí suena.
“Toque de muerte, hijo mío,
traen aires de campanera.”

De boca en boca, en el pueblo
preguntan quién va a la tierra,
no a destapar las raíces
que sujetan la arboleda,
no a plantar los verdes trigos,
ni a oradar las sementeras,
no a mover enormes lajas
ni a tamizar en la arena.
Sí, a cavar un nicho oscuro
y enterrar un cuerpo en ella.

El tañer de la campana
al Tuta a la tumba lleva.
El entierro. La congoja.
La repulsión y la pena.
Las lágrimas. Los responsos
del cura, su cantinela.
Y el amen, puerta de luto,
crespones y negras telas.

En algún lugar del pueblo
alguien se vistió de fiesta.
El pastor a quien justicia
buscó morada entre rejas,
al cabo de algunos meses
presto abandonó su celda.
Juzgadores y fiscales
cesan por falta de pruebas.
Años pasan desde entonces,
lustros que el viento se lleva.

El tiempo mata el recuerdo,
nadie ya aquello recuerda.
En un mudo cementerio
bajo unas palas de tierra
yace un hombre, asesinado.
¿Quién disparó la escopeta?.
Anda suelto un asesino
en pueblo de Covaleda.

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Romance del Tuta – III

                 IV

Rojo pináculo asoma
en calvijar de la sierra.
Escondió el sol su mirada
y ya, primeras estrellas
cúpulas de pinos ornan.
Sombras y silencios velan
el rostro del asesino
por las marañas y sendas.

¡Ay! si las fuentes hablaran,
si hablaran pinos y piedras
cuan miríadas de ojos ciegos
clamar justicia, pudieran,
más… pinos, piedras y fuentes
tienen voces que no suenan
y el nombre del que ha matado
preso en sus gargantas queda,
que mudos son los testigos
que da la naturaleza.

Justicia, tomó el asunto
en sus manos, con sorpresa,
que los tricornios del pueblo
no han labor detectivesca.
Decide su comandante
recoger las escopetas
de cazadores, mirando
si han disparado con ellas,

y así, vecinos del pueblo
a la comandancia llevan
armas que esperan dormidas
hasta que se abra la veda,
con sus cañones sesteando
restos de pólvora vieja;
que si alguna de ellas tiene
olor a pólvora nueva,
lo tomará la justicia
como una posible prueba.

Van peritando el fogueo
de todas las escopetas.
Los dueños de armas de fuego
quedan libres de sospecha
mas…en el registro de armas
hay una que no se entrega.
La pareja de tricornios
va en busca de quien la tenga..

Mientras, la noche es testigo
de ecos que a la noche llegan:
“Anda suelto un asesino
en pueblo de Covaleda”.
Esparce brisa andarina
por vaguadas y por sierras
a oídos de otros vecinos
como un tam-tam en la selva,
que anda suelto un asesino
en pueblo de Covaleda.

                 V

Presto van, fuerzas del orden,
cuan podenco tras su presa
a casa de un mozo joven
a pedirle su escopeta.
Culatas de mosquetones
en las puertas aporrean:
“Abra a la guardia civil”.
¡Ah, de la casa!, -vocean-.

A quien busca la justicia
es pobre y pastor de ovejas,
hombre andarín, primitivo,
inocente en sus maneras.
No es pendenciero, ni juega,
ni se da a la borrachera.
Más vista tienen su vida
los caminos de la sierra,
que los vecinos del pueblo
quien acusan y sospechan.

Sale el mozo de su casa
tímido por la reyerta.
A los uniformes verdes
los mira con extrañeza.
Piden los guardias civiles
que les muestre su escopeta.
“No está en casa”, les responde.
“Llévenos donde la tenga.”

Declara el pastor, nervioso,
que está en el monte, en la teina,
que ha tiempo que no la ha usado
y que ni se acuerda de ella.
“Aún estando en el infierno
hemos de buscar la prueba.
Aquí no valen excusas”.
afirma el cabo primera.
“Pongámonos en camino”.
-La inquietud del mozo, aumenta-.

Salen del pueblo de noche
y a la luz de las linternas;
el pastor y los tricornios
caminos buscan, a tientas,
que el resplandor de la luna
no pasa la selva espesa
y el monte en la noche, tiene
fantasmagóricas sendas.

Al filo de media noche
se adentran en la floresta
profanando su silencio
al pisar las hojas secas
en el angosto camino,
del viento, titiriteras.
Mil ojos miran sus pasos,
mil ojos de sombras yertas,
que en la espesura del bosque
sólo las ánimas velan.

Se hace el camino en silencio
guiados por mano experta
del pastor, que aún en penumbra,
andar el camino acierta.
Dos horas largas pasaron
hasta llegar a la sierra
y entre los mares de sombras
ven del chozo, la silueta.

Quieta, clavada en la cumbre,
del pastor su teina, espera,
refugio en noches de lluvia,
de soledad, compañera.
Visten de cárdenas lajas
cuatro paredes mal hechas
y peinan sus grises sienes
rojas y vetustas tejas.
Tapa el nudo de su vientre
guardián, una puerta vieja

sin oropeles ni llave,
que asilo, jamás se niega
en el monte al caminante.
Dentro de la choza quedan
las cuatro tablas de un catre,
la manta y una cazuela,
ajuar en el maridaje
de los novios de la sierra.

El pastor entra en el chozo.
La guardia civil, espera.
En derredor mira el mozo,
vuelca el camastro y blasfema
a la orden del salterio
cuan dolida y torva hiena.
Rompe el sueño de la noche
la algazara de la escena
y los árboles, dormidos,
con los gritos se despiertan.
En el refugio del Cela
no se encuentra la escopeta.
El pueblo se ha ido a su cama
dejando la alcoba abierta
al rumor de la noticia
de los ecos de la sierra,
noticia de hálitos fríos
que la noche trae envuelta.

El sospechoso, acosado
al negarse la evidencia,
abatido y asustado
queda mudo, mientras piensa.
De su rostro demacrado
gotas de sudor, revientan
por sus poros dilatados
del miedo que dentro lleva.
-“Tengo otro chozo en la umbría”-.
– “Hay que ver si allá se encuentra”.-

Sorprende el orto en camino
cerca de “Peña Andadera”.
Cerca de allí tiene el chozo,
cerca ya, que ya se llega.
-”¡Ahí está!” – .- “Vayamos dentro.”-
No hace falta abrir la puerta
que no la tiene, y tampoco
se encuentra allí la escopeta.

La justicia apresa al Cela,
acusado y en sospecha.
Cárdena anillas visten
como guantes, sus muñecas.
Detenido va el pastor
dando su adiós a las sendas,
y queda triste la umbría
augurando larga ausencia.
Allí pastan recentales
ajenos a la tragedia.

Primeras luces de fuego
se acercan a Covaleda
en tanto los familiares
del pastor, paciente esperan
con dudas y desalientos,
tiesos como centinelas.
Primeras luces de fuego
tocan diana en Covaleda.

Sale el pueblo del letargo
con la brisa mañanera.
Va al trabajo el jornalero,
carreteros y carretas
pactan su quehacer del día.
El pueblo de pandereta
empieza sus pasacalles
con una noticia nueva:
La justicia trae al Cela
con grilletes y cadenas.

Con esposas baja el mozo
de la cárcel a su celda.
Inocente se declara
sin que sus palabras crean.
Es el primer sospechoso
al faltarle la escopeta.
En el pueblo se divide
la opinión de su inocencia.

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Romance del Tuta – II

                II

Merodeaba un mes de estío
al filo de tarde media
hora en que los segadores
se levantan de sus siestas.
Hoces y rastros en mano
en pos del campo, a la siega.
Mares de verdes praderas
prensas y dalles esperan.

Merodeaba un mes de estío
al filo de tarde media
hora en que los leñadores
en las cumbres de la sierra,
uncen a los animales
al yugo de la carreta.
Hay que desandar camino
al paso de yunta lenta
por laberintos de pinos,
a llegar a Covaleda.

Media tarde de un estío,
trabajan en la madera
en las fábricas, chirriantes
los motores de las sierras
que pelan el pino añoso
y lo cortan en «tableta»
Los serradores esperan
los toques de las sirenas.

Rapaces en vacaciones,
al filo de tarde media
desafiando al estío
por los arrabales juegan.
La pelota danzarina
al campo repiquetea
lamiendo la hierba sesga
de la florida pradera.
El pueblo ya ha despertado.
Las seis de la tarde eran.

Rompió el silencio un disparo
estando la caza en veda.
“El temerario furtivo
habrá alcanzado su presa”,
-se preguntan extrañados
las gentes de Covaleda-.
Siguen presto a sus quehaceres,
ajenos a la tragedia.

Por “Chabarril”, segadores
que andan haciendo faena,
dejan dalles y guadañas
a la voz de la escopeta.
Se miran unos a otros,
-el tiro ha sonado cerca-.
Un quejido lastimero
rompe del aire, saeta.
Un cuerpo cae malherido
a la orilla de una cerca.

               III

Ha unos días que en un raso
de hierbas ya para siega,
en la pared que hace linde
con una estrecha calleja
varias piedras han caído
dejando en ella, portera.
Habrán de pasar sus amos
a reconstruir la hacienda.

Más de un bracero hay en casa
que pueda poner las piedras,
y toca el turno a uno de ellos
quien va presto a la faena
y piedra a piedra compone
la pared que al prado cerca.
Queda expedita, la senda
de vacunos y de ovejas.
Ya no entrarán en el prado
a rumiar la fresca hierba.

Con la luz del nuevo día,
un vecino pone alerta:
en el prao de “Chabarril”
tenéis abierta portera.
Sale al paso la zagala
que ayer colocó las piedras,
mas el campesino insiste
que la pared está abierta.

El destino, caprichoso,
mandó a otro hermano a la hacienda
a reconstruir de nuevo
la tapia hostil y veleta.
Saludó a los segadores
vecinos de su parcela
y volvió presto a su casa
al filo de tarde media.
Al mediodía siguiente
la pared seguía abierta.

Como Penélope hilaba
y deshilaba la tela,
despedregaba en la noche
el asesino; a la espera.
La víctima tomó turno
de ir a reparar la cerca
ignorando que de sangre
era el camino de vuelta.

Esperaba el homicida
postrado tras la calleja
que separa las dos fincas.
Cargada va su escopeta.
Como un cobarde se esconde
al pairo de la arboleda.
Varios días ha esperado.
Por fin, termina la espera.
Acudió quien va buscando
y.. disparó al ver su presa.

La víctima cayó en sangre
con un tiro en la pechera.
“¡No corras, que sé quién eres!”
dijo al caer, -según cuentan-,
y entre gritos lastimeros
que marcaban la tragedia
quedó tendido en el suelo
respirando a duras penas.

Corrió presto el asesino
a esconderse en la floresta.
Hay algunos segadores
que están faenando hierba
y ven, de un hombre corriendo
no más que mera silueta,
y en medio del desconcierto
que dio el disparo y las quejas
no van tras el asesino
pese a que la huella es fresca.

Van a atender al herido
mientras el rufián se aleja.
Miedo llevan segadores
para seguir tras sus huellas,
que quien mató a sangre fría,
si perseguido se viera,
no más que cargar de nuevo
y disparar, bien pudiera.

Hombres y mujeres corren;
al pie del herido llegan.
Taponando está la herida
con fuerza, su mano diestra.
El sudor mana en su rostro.
La sangre borbollonea.
De su garganta, gemidos.
De su alma dolor y pena.
A pesar de malherido
levanta y andar intenta.

Lo cogen los segadores
y, a modo de parihuelas,
van caminando despacio
al pueblo de Covaleda.
Tras sí, un reguero de sangre
deja por la carretera
que el duro fuego de estío
al lamerla, deja seca.

Corren voces por el pueblo
anunciando la tragedia.
Los ecos de la noticia
a oídos de todos, llegan.
Mientras, repite el herido
con voz que apenas resuena:
“¡Sé quién eres, que te he visto,
da igual que escapar pretendas.¡”
¿Quien disparó? -preguntaban-.
El silencio era respuesta.-

Da el médico en su consulta
las atenciones primeras.
Tras una cura de urgencia
al hospital se lo llevan.
Certifica Don Ramiro
parte de sus asistencias
a la justicia, que presta
la investigación empieza.

En la plaza forman corros
de gentes que cuchichean
de boca en boca, noticia,
tomando aires de epopeya.
Cada cual es detective
que da del caso sentencia
y en medio de mentideros
cosas y cosas comentan,
mientras la tarde se muere
como una tarde cualquiera.

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Romance del Tuta – II

                II

Merodeaba un mes de estío
al filo de tarde media
hora en que los segadores
se levantan de sus siestas.
Hoces y rastros en mano
en pos del campo, a la siega.
Mares de verdes praderas
prensas y dalles esperan.

Merodeaba un mes de estío
al filo de tarde media
hora en que los leñadores
en las cumbres de la sierra,
uncen a los animales
al yugo de la carreta.
Hay que desandar camino
al paso de yunta lenta
por laberintos de pinos,
a llegar a Covaleda.

Media tarde de un estío,
trabajan en la madera
en las fábricas, chirriantes
los motores de las sierras
que pelan el pino añoso
y lo cortan en «tableta»
Los serradores esperan
los toques de las sirenas.

Rapaces en vacaciones,
al filo de tarde media
desafiando al estío
por los arrabales juegan.
La pelota danzarina
al campo repiquetea
lamiendo la hierba sesga
de la florida pradera.
El pueblo ya ha despertado.
Las seis de la tarde eran.

Rompió el silencio un disparo
estando la caza en veda.
“El temerario furtivo
habrá alcanzado su presa”,
-se preguntan extrañados
las gentes de Covaleda-.
Siguen presto a sus quehaceres,
ajenos a la tragedia.

Por “Chabarril”, segadores
que andan haciendo faena,
dejan dalles y guadañas
a la voz de la escopeta.
Se miran unos a otros,
-el tiro ha sonado cerca-.
Un quejido lastimero
rompe del aire, saeta.
Un cuerpo cae malherido
a la orilla de una cerca.

               III

Ha unos días que en un raso
de hierbas ya para siega,
en la pared que hace linde
con una estrecha calleja
varias piedras han caído
dejando en ella, portera.
Habrán de pasar sus amos
a reconstruir la hacienda.

Más de un bracero hay en casa
que pueda poner las piedras,
y toca el turno a uno de ellos
quien va presto a la faena
y piedra a piedra compone
la pared que al prado cerca.
Queda expedita, la senda
de vacunos y de ovejas.
Ya no entrarán en el prado
a rumiar la fresca hierba.

Con la luz del nuevo día,
un vecino pone alerta:
en el prao de “Chabarril”
tenéis abierta portera.
Sale al paso la zagala
que ayer colocó las piedras,
mas el campesino insiste
que la pared está abierta.

El destino, caprichoso,
mandó a otro hermano a la hacienda
a reconstruir de nuevo
la tapia hostil y veleta.
Saludó a los segadores
vecinos de su parcela
y volvió presto a su casa
al filo de tarde media.
Al mediodía siguiente
la pared seguía abierta.

Como Penélope hilaba
y deshilaba la tela,
despedregaba en la noche
el asesino; a la espera.
La víctima tomó turno
de ir a reparar la cerca
ignorando que de sangre
era el camino de vuelta.

Esperaba el homicida
postrado tras la calleja
que separa las dos fincas.
Cargada va su escopeta.
Como un cobarde se esconde
al pairo de la arboleda.
Varios días ha esperado.
Por fin, termina la espera.
Acudió quien va buscando
y.. disparó al ver su presa.

La víctima cayó en sangre
con un tiro en la pechera.
“¡No corras, que sé quién eres!”
dijo al caer, -según cuentan-,
y entre gritos lastimeros
que marcaban la tragedia
quedó tendido en el suelo
respirando a duras penas.

Corrió presto el asesino
a esconderse en la floresta.
Hay algunos segadores
que están faenando hierba
y ven, de un hombre corriendo
no más que mera silueta,
y en medio del desconcierto
que dio el disparo y las quejas
no van tras el asesino
pese a que la huella es fresca.

Van a atender al herido
mientras el rufián se aleja.
Miedo llevan segadores
para seguir tras sus huellas,
que quien mató a sangre fría,
si perseguido se viera,
no más que cargar de nuevo
y disparar, bien pudiera.

Hombres y mujeres corren;
al pie del herido llegan.
Taponando está la herida
con fuerza, su mano diestra.
El sudor mana en su rostro.
La sangre borbollonea.
De su garganta, gemidos.
De su alma dolor y pena.
A pesar de malherido
levanta y andar intenta.

Lo cogen los segadores
y, a modo de parihuelas,
van caminando despacio
al pueblo de Covaleda.
Tras sí, un reguero de sangre
deja por la carretera
que el duro fuego de estío
al lamerla, deja seca.

Corren voces por el pueblo
anunciando la tragedia.
Los ecos de la noticia
a oídos de todos, llegan.
Mientras, repite el herido
con voz que apenas resuena:
“¡Sé quién eres, que te he visto,
da igual que escapar pretendas.¡”
¿Quien disparó? -preguntaban-.
El silencio era respuesta.-

Da el médico en su consulta
las atenciones primeras.
Tras una cura de urgencia
al hospital se lo llevan.
Certifica Don Ramiro
parte de sus asistencias
a la justicia, que presta
la investigación empieza.

En la plaza forman corros
de gentes que cuchichean
de boca en boca, noticia,
tomando aires de epopeya.
Cada cual es detective
que da del caso sentencia
y en medio de mentideros
cosas y cosas comentan,
mientras la tarde se muere
como una tarde cualquiera.

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Romance del Tuta – I

Romance del Tuta

Goyo Martínez me envía este romance solicitándome que lo comparta con todos vosotros. Este romance, según me indica su autor, ya ha sido publicado en un libro de romances.

Dada la extensión del romance se publicará en varios días consecutivos

En la década de los 60 del siglo pasado, ocurrió en Covaleda un crimen que, por lo rocambolesco del mismo, mantuvo al pueblo durante un tiempo en alarma y tensión, con miles de especulaciones, cuchicheos y un cierto desasosiego entre sus gentes. La mayoría de los que hoy vivís allí seguro que no tendréis conocimiento del mismo. Quizás, alguna alusión o comentario de vuestros mayores.

Yo viví el día y el momento de aquella tragedia; por tanto, lo que escribí no tiene ningún tinte de leyenda sino que se ajusta, vestido de romance, fielmente a lo sucedido.

Que yo sepa, el resultado de las investigaciones no llegó nunca a buen puerto. Si mi memoria no me engaña nunca se supo quién fue el asesino. Las fuerzas del orden, guardia civil y policía, no encontraron pruebas suficientes para incriminar a nadie, pese a que el delito fue cometido en verano, a plena luz del día y con bastante gente muy cerca del suceso.

Leer pues, si así os complace, la historia que yo titulé : «Romance del Tuta» (Los nombres que aparecen no son reales)

I

Bramaba estío en la sierra
que circunda a Covaleda,
cuna de mi nacimiento.
Allá, en los años sesenta,
dormita el pueblo vetusto
con su sangre de madera,
rodeado de altos pinos,
de manantiales y sendas
que son como pergaminos
que lleva escrito leyendas.

Lame el Duero infante y niño
el arrabal de la aldea,
arrabales de floresta
que circundan Covaleda.
Duero, nacido en la cumbre,
de aguas claras y aguas viejas,
de aguas que van silenciosas
murmurando sus leyendas.

Mastodontes de granito
moran en las “Ambas Cuerdas”,
de figuras caprichosas,
laberintos de roquedas,
tumbas de valientes reses
que quisieron abrir sendas
por donde tan sólo el viento
puede colarse y se cuela,
rocas que en sus almas llevan
escondidas sus leyendas.-

Murallas de hercúleos pinos
guardan al pueblo y rodean,
pinos gruesos del “Hornillo”,
nimios pinos de las dehesas
ataviados con sus verdes
aún en la penumbra espesa
de la umbría, misteriosa,
refugio y lar de leyendas.

Fantasmas tiene la umbría
escondidos en sus cuevas.
De Melitón, su morada
cerca de “Peña Andadera”
donde se guardan las reses
que el furtivo descabella
y arrastra en noche estrellada
al varal de su despensa.
Mientras, el pastor dormita
soñando con la leyenda;

pastor, que por desafío
airada muerte te acecha
pasando “Cueva Mujeres”
en pos del rebaño. ¡Alerta!.
El hacha sesgó el silencio.
La sangre cubrió la hierba.
La cruz de laja, labrada,
testigo hoy de su leyenda.

Liban vientos andarines
los ecos de la tragedia
lamiendo la “Senda Mala”
a ahogarse en Laguna Negra.
Espejo de la alta cumbre,
negras aguas de la sierra,
cuna de musas dormidas,
almohada de las estrellas,
negra laguna que manas
aguas que rielan leyendas.

Mil ojos te han contemplado,
te miran y te contemplan
absortos y embelesados
por verte las aguas negras,
aguas profundas que salen
del infierno de la tierra,
aguas donde Alvar González
perdió su vida y su hacienda.

En plomizas tardes grises
cuando ruge la tormenta,
entre los ecos del trueno
un eco de voz  resuena,
y en las coléricas aguas
que el viento mueve y menea,
entre el rayo serpenteado
aparece una silueta
irisada por las luces
que el negro espejo refleja.

Tú, que del paisaje llevas
título de noble y reina,
semilla llevas de muerte
según cuenta la leyenda.
De Alvar González, la tumba
cubrieron aguas, no tierra;
el alma de Alvar González
mora en la Laguna Negra.
Altas tierras castellanas,
rincón de nieves eternas,
cuna de juglares viejos
que sólo cantan tragedias,
parajes que enmudecidos
sois testigos de leyendas,
contad la que yo he vivido,
la que he tenido más cerca,
el crimen que sigue omiso
desde los años sesenta.

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Apodos de Covaleda

Las hermanas Julia y Pilar Altelarrea me envían este trabajo de recopilación de apodos de Covaleda que paso a compartir esperando sea del agrado de todos.

Para Covaledenses, de Covaledenses:

Hace unos cuatro años tuvimos la idea de recopilar los apodos de nuestro querido pueblo, siempre, con la mejor de las intenciones, sin querer ni pretender molestar a nadie.

Poquito a poco, la lista se ha ido haciendo cada vez más extensa, hasta llegar a los más de 500 que os presentamos en esta tabla.

Ahora, hemos sentido el deseo de hacerlos públicos. Forman parte de nuestra cultura local y estamos orgullosos de ello. Sabemos que se nos habrán olvidado muchos, sobre todo los de la gente más joven. La idea sería crear un documento que podamos legar a generaciones venideras, para que no se pierdan, para que perduren.

Sería bonito poder seguir actualizando y completando este listado y, para ello, nos gustaría proponeros una especie de “juego de colaboración” consistente en rellenar la información que falta, es decir: nombres y apellidos correspondientes a los motes, el origen, la historia…, es decir, aquellos datos que puedan resultar interesantes en torno a cada mote o apodo. Por ejemplo, a mi abuelo Vicente Altelarrea le llamaban «el cartero» porque fue cartero, a mi padre también le llaman así y aquí se acaba la saga, creemos. Hay otros apodos que vienen de mucho más atrás, y pasan de bisabuelos a abuelos, padres, nietos… sería interesante bucear en los orígenes.

Si queréis colaborar, si os apetece “jugar” podéis hacerlo a través de los comentarios. Lo iremos actualizando. Muchas gracias.

APODOS DE COVALEDA

Achuri
Ajero            
Alcalducho
Alemán
Almacenista
Alpargateros
Andaluza
Andarríos
Anfa
Alimaña
Ardilla
Asturiana
Asturiano
Astuto
Azaña
Bala
Balitas
Bardales
Barrao
Bartola
Bartolo
Baturro
Becerra
Becerrero
Belga
Bicho (2)
Bichujito
Bicicleta
Bobo
Bocabierta
Boche
Bodega
Bodego
Boina
Bolas
Bolitas
Bolo
Boquita de piñón
Borreguito
Botijo
Botón
Brujo, Brujas
Buche
Buis
Bule
Burga
Burrero
Cabalo
Cabezota
Cabra
Cabrejana
Cabrejano
Cabrera
Cacahués
Cacharrero
Cachondo
Cachopín
Cachopito
Cachopo
Cachorrillo
Cachucha
Caco
Cacuelo
Cadenas
Cagaleras
Caíque
Caíto
Cali
Calibre
Calonge
Caloyo
Calvorota
Camarita
Canario
Cangrejo
Canicosito
Canicoso
Canito
Cano (2)
Canqui
Canuto
Cañamón
Cañas
Cañones
Caparranas
Caparras
Capi
Carabito
Cárabo
Caracol
Caracola
Caracolito
Carajillo
Carboneras
Carbonero
Carchena
Carmela
Carota
Cartero (2)
Cascanta
Cascarrín
Casporro
Catalán
Catalino
Cataña
Catre
Cazallo
Cazuelas
Centena/o
Cerebro
Chache
Chachito
Chaco
Chaleco
Chalequito
Chambergo
Chambón
Chambrana
Chanfle
Chano
Chaparrito
Chapas
Chapero
Charly
Chata
Chato (3)
Che
Chea
Cherín
Chibani
Chichas
Chicuela
Chicuelo
Chimeneo
Chin
Chincha
Chinche
Chinchito
Chinda
Chinina
Chino
Chiqui
Chiquinín
Chiri
Chiribías
Chiripa
Chiripín
Chiripita
Chirlero                               
Chisme
Chita
Chivo
Chivorro
Chola
Chocolate
Cholilla
Chon
Choncha
Chonines
Chopo
Choras
Choris
Choto
Chucho
Chufas
Chuli
Chulito
Chulo
Chuni
Chupete
Churrera
Churrero/Churrerito
Churreta
Churruca
Ciega
Cigüeña
Cirue
Cochinero                           
Coja
Cojo
Cojonines
Colchones
Colín
Colombo
Comediante
Conejo
Consumero
Cóquiles
Corea
Correndero
Cortogenio
Cosa
Cosquillas
Cotorra
Cuba
Cubo
Cuchillero
Cuenco
Culebro
Cuqui
Curilla
Dego
Diez y diez
Dostrés
Dubi
El tío niño
El tío patrás
Empalmao
Enero
Española
Estanquero
Estrucho
Exclusiva
Facio
Faíco
Faisa
Fanegas
Farrista
Feo (2)                                  
Fino
Fiti
Flechita
Fóforo/Fofo
Franero
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Fuelle
Funi
Funines
Gafas
Gaína
Gaitero
Gala
Gallarín
Gallega
Gallo
Ganga
Garbancito
Garnacha
Garra
Garrafón
Garrules
Gasójeno
Gato (2)
Gatucho
Geñete
Gijo
Giba/Jiba
Goa
Gorila
Gorraza
Grillao
Grillo
Guantero
Guarda y medio
Guardabarros
Guardilla
Guasón
Guindilla
Guiñapo
Güisqui
Guti
Guzco
Habia
Hans
Harol
Hiche/Hichi
Huevo
Inclusero
Italiano
Jabalí
Jabato
Jabonero
Jajo
Jamones
Jere
Jetín
Jiba
Jibocho
Jime                                       
Josechu
Josefita
Juanaco (2)
Juanlanas
Juanota
Juanote
Jucho
Judas
Juti
Latre
Lechuga
Legañita
Lentejita
Leyes
Liboria
Lila
Limpia
Linternas
Lobito
Loco
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Macana
Machaco
Machín
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Majalandra
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Manolique
Manzanero
Maña
Marcelote
Maristela
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Martinota
Matacochinos
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Mataperros            
Matapollos
Mateona
Mea
Mediometro
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Melocreo
Melón
Menchu
Mendoza
Meona
Mequinche
Merie
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Meticón
Miguelillas
Minga
Ministro
Moca
Mocho
Mocón
Modelito
Modraño
Mole (2)
Molinarro
Molinero
Molinista
Mondalentejas
Monín
Monita
Mono
Montés
Moña (2)                             
Moñeñe
Morena
Moreno
Morera
Morgas
Morita
Morito
Moro
Morugo
Mosca (2)
Mosco
Motoreta
Mozarro
Mozo
Muchamano
Mudito
Munguía
Muno
Nano
Narices
Navarrito
Navarro
Negrita
Negro
Nemia
Nene
Nin
Niño (3)
Ñañaritas
Ojines
Ojitos
Onasis
Orejas
Oso (2)
Oxidao
Pacote
Pacucho
Pajarero
Pájaroverde
Palomo
Pampudo
Pana
Panadera
Panadero
Pancho
Panero
Panete
Panines
Panocha
Parrala
Parrita
Pasavacas
Pastelera
Pataflex
Patarreta
Patata
Patatuna
Patillas
Pato
Paúcha
Paye
Pedrola
Pedujeta
Pedujeto
Pegaso
Peine
Pelines
Pellejero
Pelos
Peloto
Peluchín
Pelusa
Peluso
Pena
Pepé
Pepeillo
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Perico
Periquillo
Pernales
Peroniel
Pescador
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Pichi
Pichilla (2)
Picusa
Pidi
Piejoverde
Piesplanos
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Pile
Pilili
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Pin
Pincha
Pinocho
Piñano
Piñorrito
Piñorro
Pipa
Pirito
Piro
Pirolo (2)
Piroña
Pisto
Pistolero
Pitorrito
Pitorro
Pituli
Piyayo
Planes
Platillero
Pocholo
Poeta
Polán
Poli (2)
Polilla (2)
Polizo
Pollino
Polo
Pollero
Pollita
Pollo
Pope
Popurri
Potro
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Posina
Pototo
Pucha
Puchera
Puchero
Pulga
Queleno
Quemaceros
Queñito
Queña
Queño
Quilimaco
Quimeras
Quin
Quinín
Quintanara
Quiquita
Quisco
Quisquete
Rabioso
Rameto
Ramonote
Rana
Rasca
Rata
Ratita
Ratón
Rechoncha
Redoblante
Regaliz
Renato
Rengue
Repatriado
Revuelto
Riojano
Rocho
Rodillo
Roja
Rojillo
Rojo
Ronda
Rubio (2)
Rulos
Sabandija
Sacristán
Saeta
Salao
Saldueriño
Saleri
Salmerón
Salomines
Sancho
Santamaría
Sapa
Sardinas (2)
Sastra
Sastre
Seisdedos
Sereno
Sietebotas
Sietelenguas
Sin
Socarrinas
Sorche
Sorda (2)                              
Sordo
Soriano
Tapón
Tarana
Tariro
Thacher
Tejero
Tetín
Tía Barbas
Tía Cojita                             
Tía Loro                                
Tía Modista
Tin
Tíogordo
Tío Pequeño
Tío Porrón
Tío Quico
Titi
Tito (2)
Tobalo
Tolva/o
Tomatitos
Tontón
Topito
Topo (2)
Torcido
Torrana
Tragafondas
Triparrota
Tripudo
Triqui
Trolón
Trompetas
Tuercas
Tuerto
Tumbalobos
Turi
Tuta
Urraquita
Uva
Varela
Veceñero
Velvedere
Ventanero
Ventanillas
Viejo
Viruta
Vitines
Visajes
Voces
Walter
Willy
Yoyo
Zambombo
Zambrón
Zambullo
Zamorana
Zampanatas
Zapatero
Zaragata
Zazá
Zequelines
Zopo
Zorrito (2)
Zorro
Zurdo
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Programa Fiestas de San Lorenzo 2022

Programa de las Fiestas de San Lorenzo correspondiente al año 2022

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FITUR 2022

Vídeo resumen del presentado en FITUR 2022 para mostrar a todo el mundo la nueva RED DE CIRCUITOS TRACK & TRAIL by Desafío Urbión. Una apuesta por el turismo deportivo y familiar en la comarca del Ubión y Cebollera.

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Historia de Covaleda os desea Feliz Navidad y un próspero año 2022

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Reportaje sobre Covaleda en La 8 cyltv

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