LA ESTIRPE DEL APELLIDO MADERO – I

Muchos han sido los mensajes y correos recibidos a raíz de la publicación del anterior artículo sobre la familia Bernabé Madero y su relación con Covaleda pidiendo más datos sobre esta noticia, y muchos de ellos procedentes de Argentina, cosa que me alegra muchísimo saber que desde tan lejos, hay gente interesada en la Historia de Covaleda. En contestación a todos ellos, aquí os dejo el artículo completo que encontré publicado en el nº 23 de la Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas correspondiente al año 1989.

Debido a lo extenso del mismo y con el fin de facilitar su lectura lo he dividido en varios capítulos. Espero y deseo que aquí encontréis las respuestas a todas esas preguntas que me planteabais en los mensajes.

En el umbral de la casa de la calle del palacio, actualmente propiedad de un Sr. Zúñiga Taboada de apellido, se encuentra actualmente intacto el escudo de la familia, tal como lo muestra una foto tomada en el año 2006.Es de hacer notar que el escudo tiene del lado izq. El escudo de la familia de Bernabé, y del derecho el de la familia Madero, escudos que se encuentran en el certificado original del Rey de armas que se muestra mas arriba.

En el umbral de la casa de la calle del palacio, actualmente propiedad de un Sr. Zúñiga Taboada de apellido, se encuentra actualmente intacto el escudo de la familia, tal como lo muestra una foto tomada en el año 2006.Es de hacer notar que el escudo tiene del lado izq. El escudo de la familia de Bernabé, y del derecho el de la familia Madero, escudos que se encuentran en el certificado original del Rey de armas que se muestra mas arriba.

REVISTA DEL INSTITUTO ARGENTINO DE CIENCIAS GENEALÓGICAS

Nº 23

Buenos Aires – 1989

LA ESTIRPE DEL APELLIDO MADERO

Los Bernabé y Madero en el Plata

por ISIDORO J. Ruiz MORENO

En el año 1959, cuando contaba quince de edad, Fernando M. Madero redactó una esquemática crónica sobre la historia de su familia. Esta temprana conciencia de la importancia de su apellido, derivó con el tiempo en su preocupación por perfeccionar el conocimiento de sus antepasados, acompañándolo desde entonces: a lo largo de casi tres décadas se dedicó a investigar en archivos públicos y en obtener datos de particulares, abarcando un vasto campo, como que lo hizo —además de nuestro país— en España, Bolivia, Uruguay, Méjico y Colombia. Empeñosamente mantuvo Madero su tarea a través de muchos corresponsales para completar la averiguación que había efectuado personalmente. De esta manera, con constancia y escrupulosidad, fue enriqueciendo la información original en su afán de saber hasta la medida de lo posible todo detalle concerniente a su estirpe y entronques. Infinidad de referencias, contenidas en varias y abultadas carpetas, fueron el fruto de este trabajo paciente e incesante.

Pero por fin, Madero consideró que era suficiente lo hallado. Pensaba componer un libro completo sobre el itinerario genealógico-geográfico de los Bernabé y Madero, que entre otros importantes personajes dieron un Vicepresidente a la Argentina y un Presidente a Méjico, describiendo los diferentes parajes en donde se establecieron. En nota colocada al redactar en 1986 uno de sus eruditos estudios, Fernando asentó: «De los Madero nos ocupamos detenidamente en un trabajo que, Dios mediante, verá la luz el año próximo». Estimaba que algún informe nuevo no modificaría sustancialmente lo que había recopilado, y se dispuso a dar forma a la multitud de referencias recogidas.

Su brusca desaparición impidió que concretara este tan anhelado deseo, pues falleció el 4 de marzo de 1987.

Para cumplir con él, para que al menos no se perdiera una labor valiosa sostenida con legítimo cariño y orgullo, he redactado la presente síntesis —en estilo propio— sobre la base de los datos dejados por mi querido amigo.

En realidad, Fernando Madero no había llegado a dar solución orgánica al conjunto de informaciones que poseía. El vasto material quedaba disperso y confundido en distintas carpetas, careciendo de integración. No obstante, de vez en cuando, alguna breve indicación daba forma parcial al pensamiento que volcaría Fernando en ese estudio que tanto ambicionaba escribir, impulso esperanzado de muchos años. Sin mayor mérito, pues, cumplo yo ahora con su deseo. Sirva de manera póstuma para testimoniar una vez más el profundo aprecio que sentía por él, tan vivo como el dolor causado por la pérdida de su valiosa comunidad de pensamientos y afanes,

J. R. M.

Sin-título-1

I . – LA CELEBRIDAD DEL APELLIDO

En el remoto 1363 un episodio resonante causó vasta impresión en el Reino de Aragón. En este año el Rey de Castilla don Pedro el Cruel lo invadió al frente de poderoso ejército, haciendo la guerra en la comarca de Daroca, enseñoreada por un castillo elevado en Baguena. Era alcaide del mismo Miguel de Bernabé —tercero de su nombre—, quien rechazó el primer asalto pese a la inferioridad numérica. Refiere el eximio cronista Zurita en sus Anales de la Corona de Aragón (1562): «Entonces cercó el Rey don Pedro el castillo de Baguena, aldea de Daroca, y con singular esfuerzo de un vecino de aquel lugar que se decía Miguel de Bernabé, se defendió el castillo en el combate que se le dio por todo el Ejército; y aunque se le hicieron grandes promesas por el Rey de Castilla nunca se quiso rendir, y fue quemado dentro en el mismo castillo; y por aquella hazaña mereció que se concediese hidalguía a sus descendientes por líneas de varón y mujer».

Otro escritor de los tiempos pasados, Gonzalo de Céspedes, en su Historia apologética de los sucesos; del Reino de Aragón, redondea el heroico suceso: «Resistió el Bernabé a sus recios combates y amenazas y a sus grandes promesas, y aún al deseo y temor de sus propios soldados y compañeros; y finalmente, faltándole su ayuda y el favor de la tierra, constante persistió único y solo. Y no queriendo rendirse ni entregar las llaves del castillo de su Rey, le pusieron fuego y acabó consumido; mas no el claro nombre de su fidelidad, pues en memoria de ella permitió el Cielo que entre las ruinas de aquella fuerza, al querer levantarla, se hallase con las llaves, mano y brazo conservado e incorruptible». De los subterráneos se extrajeron con vida los tres hijos menores del alcaide, un varón y dos mujeres, apodados desde entonces los liberados[1]. La hazaña fue difundida por el anónimo autor de un nobiliario versificado, con el seudónimo de Gratia Dei:

En esta entrada se vido

la gran fe de Bernabé;

que bien que fue combatido

mas nunca escuyto partido

fasta que cremado fue,

y ni aún por esas rendido:

ca en sus manos abrasadas

las claves fueron trobadas

del castillo que tenía;

por que fue su Hombradía

más que las más estimada,

y hoy lo es su fidalguía.

El escudo de armas del apellido recuerda la famosa acción y es usado por las distintas familias que provienen de Bernabé[2].

El documento de mayor antigüedad que registra, en la que trato, a su ancestro más remoto en ascendencia directa, es del año 1547 y corresponde a la villa de Regumiel, pequeña localidad fronteriza entre las Provincias de Soria y de Burgos, en Castilla la Vieja. Se llamaba don Benito de Bernabé, padre de un hijo denominado Juan.

Cuando en 1762 su tataranieto don Juan de Bernabé y Madero obtuvo la certificación de nobleza y escudo expedida por el Cronista y Rey de Armas don Francisco Zazo y Rosillo, en la misma se indicó que aquel Miguel de Bernabé de la valerosa gesta relatada «tuvo repartidas sus ramas por todos estos Reinos de España, (e) hizo asiento una de ellas en la villa de Quintanar de la Sierra, de la cual procedió legítimamente don Juan de Bernabé, el que en dicha villa de Quintanar de la Sierra fue reputado por descendiente de esta familia de Bernabé».

Dos siglos después, a su turno, don Fernando M. Madero se interesó por establecer fehacientemente tal ligamen, escribiendo en febrero de 1984 al señor Cuéllar, historiador de la familia. Al mes siguiente éste le señaló que si bien «la emigración a Soria desde Aragón se ha dado» en la estirpe de Bernabé, como «lo prueban las armas comunes a este linaje que campean en el ábside de la iglesia de Santo Domingo de Soria capital», no podía demostrar el entronque porque el hijo varón de Miguel de Bernabé no había dejado posteridad masculina, y por tanto el apellido se perdió por línea agnaticia. Subsistió en cambio incorporado a otros nombres, en segundo término. Pero no debe descartarse que en aquellos tiempos era corriente elegir el apellido preferido entre los ascendientes; y bien pudo optarse por el de Bernabé en vez del que correspondía por padre, simplificándolo al estilo español antiguo. Del mismo modo que luego —durante el siglo pasado— fue abandonado el Bernabé original para restar sólo Madero, pese a haber estado enlazados a lo largo de tres generaciones.

De cualquier modo que sea, comenzaremos con la genealogía según los documentos indubitables que fueron hallados. Cabe advertir que los datos provienen de compulsas efectuadas en los registros originales durante el año 1761 y siguientes para servir a las ejecutorias de hidalguía que solicitaron don José de Bernabé y Madero, dos hijos y un nieto, y que se conservan desde entonces en los archivos españoles, como se dará cuenta en cada caso. Ellos corrigen —debe decirse— los errores en que incurrieron Carlos Calvo, Miguel A. Martínez Gálvez y otros autores argentinos que los siguieron, en cuanto al origen (que sitúan en Alicante, Valencia, confundiéndolos con los Bernabeu) y

diversas informaciones que suministran, sin remontarse más allá del matrimonio entre Juan de Bernabé y «»María del Carmen» Madero, ni ofrecer fechas.

La familia estaba radicada en el siglo XVI en una región de serranas boscosas, y como los miembros de ella se dedicaban a tareas rurales, pasaron de uno a otro de los pueblos vecinos en busca de mejores tierras: Regumiel, Duruelo, Covaleda, Quintanar de la Sierra. Salvo en el primero de éstos, por otra parte, surge de aquellas indagaciones que en tales lugares no se establecía la distinción de «estados»; es decir, no se empadronaba a los vecinos conforme a su calidad de hidalgos o plebeyos —indispensable la primera para no pagar impuestos o pechos—, pues dichos pueblos de la zona norteña eran de behetría: elegían sus propias autoridades entre todos sus moradores por igual[3]. De aquí el interés de don José de Bernabé y Madero por acreditar su condición al radicarse en Andalucía, donde debía hacerla valer como forastero que era, al ignorarse su estado social.

 MADERO

II.- LOS ANTEPASADOS CASTELLANOS

I . – Don JUAN DE BERNABÉ, vecino de Regumiel. figura en 1547 en el Libro en que se asientan los hidalgos que hay y fueron habiendo de esta Villa: «Empadronóse don Juan de Bernabé, hijo de don Benito de Bernabé». Fue Alcalde de la Santa Hermandad en 1572, «oficio que entonces era de los hidalgos solamente», se dijo en la información de 1761. Según testimonios «se había pasado a vivir a Duruelo por conservar sus ganados, que eran muchos», «por la conveniencia de pastos». El escudo que en 1762 certificó el Rey de Armas don Francisco Zazo y Rosillo al apellido de varonía de su biznieto don José de Bernabé y Madero se describe: «Su campo azul, con el castillo de plata orpasado de sable (que es negro), y por debajo llamas de fuego que lo están quemando, y por la torre de homenaje sale un brazo armado de oro, que tiene en la mano derecha una espada desnuda, la punta arriba, la guarnición de oro, y dos llaves también de oro que las tiene con la misma espada». Falleció aquí el 23 de septiembre 1598. Casó con María N. y fueron padres de:

II.-Don JUAN DE BERNABÉ, bautizado en Duruelo el 5 julio 1573. En 1592 pasó a Regumiel para anotar su calidad, que consta en el citado Libro en que se asientan los hidalgos: «Empadronóse don Juan de Bernabé, vecino de Duruelo, hijo de don Juan de Bernabé, vecino que fue de esta villa». Se registra su nombre también en el Cuaderno de elecciones de Regumiel: Alcalde de Hermandad, que llama dicho asiento «oficio de hijodalgo», en el año 1596. Otra constancia de 1592 indica sus actividades en Duruelo: «Juan de Bernabé llevó dos fanegas (de granos) de su padre Juan de Bernabé», Casó aquí el 5 marzo 1591 con Juana Lázaro, nacida en la misma el 4 marzo 1559 (hija de Pedro Lázaro y de su mujer Catalina N.), de quienes fue hijo:

III. – Don FRANCISCO DE BERNABÉ, bautizado en Duruelo el 17 marzo 1609. Se trasladó a Covaleda, villa con importante fuero por pertenecer a la Real Cabaña de Carreteros y célebre por los vehículos que allí se fabricaban de los cercanos y extensos pinares. Había casado en Duruelo el 8 de octubre 1634 con María de Lucas, siendo padres de:

IV. – Don JUAN DE BERNABÉ, bautizado en Covaleda el 8 noviembre 1639. En esta localidad contrajo matrimonio el 4 febrero 1663 con una niña que uniría su apellido al suyo propio hasta desplazarlo con el tiempo: doña Ángela Madero, a quien el Cronista y Rey de Armas Zazo Rosillo entronca con la familia de su nombre oriunda de Portugal, describiendo su blasón: «Un escudo rojo, con media luna de plata, puntas arriba, y debajo (puestas en triángulo mayor) tres estrellas de oro», que nada tiene que ver con el brazo armado de un garrote que el Nobiliario de Calvo le adjudica (tomo II, pág. 105, ed. 1936). Para Fernando M. Madero la raíz es local: «Todo indica fue el apellido se origina en los bosques y consiguiente industria maderera que desde tiempo inmemorial existía en aquellos lugares». Se trasladaron por su parte a Quintanar de la Sierra, donde nació:

V.- Don JOSÉ DE BERNABÉ Y MADERO, primero en usar el nombre compuesto, como se mantuvo durante casi siglo y medio. Fue bautizado en Quintanar el 6 agosto 1687, y fue quien abandonando el cambio de poblados cercanos mudóse a Andalucía, radicándose en el Puerto de Santa María frente a Cádiz. Aquí se casó en la iglesia mayor el 29 octubre 1719 con doña Margarita Rosa Ricard, natural de Marsella denominada («Ricardo» en la partida), quien diría en su testamento que no llevaron como dote «más que la ropa de nuestro respectivo uso y algunos muebles y menajes de corta consideración» (ella era hija de Rafael «Ricardo» y de Clara «Martela», que obviamente es Martel[4] ). Fallecería doña Margarita Ricard en el Puerto de Santa María y fue enterrada el 20 julio 1771.

La región gaditana atraía por entonces a diversas nacionalidades —franceses e italianos, irlandeses y flamencos— merced al intenso comercio con las Indias impulsado por el Rey Carlos III. Don José de Bernabé y Madero emprendió actividades mercantiles, dedicándose al tráfico ultramarino con buena fortuna.

Allí en el Puerto de Santa María promovió don José el 9 julio 1761 la investigación documental y testimonial para obtener su ejecutoria de nobleza, de la cual se han extraído los datos obrantes hasta entonces. Por apoderado se presentó ante la Chancillería de Valladolid exponiendo que «su padre, abuelo, bisabuelo y demás antepasados han sido y son nobles hijosdalgo, y en esta posesión y representación han estado y estuvieron en todas las ciudades, villas y lugares donde vivieron y moraron, con bienes y hacienda raíz; y siendo esto así, también lo es que con el motivo de que esta villa de Quintanar de la Sierra se gobierna como de behetría, a causa de la ausencia de mi parte sin embargo de tener en ella bienes raíces, justamente se teme que con el transcurso del tiempo se oscurezca la notoria nobleza que le asiste y fama pública; y no siendo justo que a ello se dé lugar», etc. El expediente concluyó satisfactoriamente el 23 marzo 1762 con el despacho de la Carta y Real Provisión de Estado otorgado en favor de don José por la Chancillería de Valladolid[5].

Aprovechando las informaciones recogidas, Bernabé y Madero solicitó al Cronista y Rey de Armas de la monarquía española, don Francisco Zazo y Rosillo, la certificación del origen, escudos y antigüedad de su familia, lo que este funcionario cumplió relacionando los datos arriba transcriptos, con las usuales ponderaciones a los linajes de los Bernabé y los Madero, el uso de cuyos blasones otorgó a don José y a sus hijos y legítimos descendientes[6].

Falleció con José de Bernabé y Madero en el Puerto de Santa María y fue enterrado el 24 diciembre 1763.

[1] BENITO VICENTE DE CUÉLLAR, El linaje de los Bernabé en el Archivo Histórico de la Real Audiencia de Aragón, en la revista Hidalguía n° 147, Tomo XXVI (Madrid, 1978). Este autor comenta: «Pocas páginas de la Historia dan un ejemplo tan sublime de heroísmo, por lo que el Rey y el Reino también concedieron un privilegio excepcional, aunque uno y otro hayan sido olvidados, cuando gestas menos heroicas se recogen en manuales de enseñanza elemental”. En nota final añade: «Un estudio serio de los Bernabé está todavía por hacer. Otras Casas con menos méritos han sido objeto de exhaustivos trabajos; sin embargo ésta, que presenta además la excepcional singularidad de que todas sus hembras durante 300 años transmitieron su nobleza, ha sido insuficientemente estudiada, posiblemente por las dificultades que se derivan de su expansión y diversificación».

[2] Enseña el mismo autor en el trabajo mencionado en la nota anterior que las Cortes Generales de Aragón y su Rey Pedro IV otorgaron en 1372 el privilegio extraordinario a los tres hijos de Miguel de Bernabé, de ser considerados  infanzones hermúneos (es decir, con el mismo trato que a los descendientes de la Casa Real de Aragón) y que su nobleza pudiera transmitirse por vía femenina. Por ello su nombre se adoptó como segundo apellido: tal el caso de los Polo de Bernabé, quienes provienen de la hija menor de don Miguel de Bernabé el liberado, casada con don Domingo Polo Plantagenet (descendiente del hijo de Henry II de Inglaterra, Richard Pole long sword, hermano de Godofredo arzobispo de York). E ilustra el señor Cuéllar: «Los descendientes de hembra de la Casa de Bernabé si eran infanzones por línea agnaticia directa, prefirieron no obstante probar su nobleza por línea cognaticia».

No está de más señalar que a fines de 1857 se hizo cargo de la Estación Naval Española en el Río de la Plata el  Capitán de fragata don José Polo de Bernabé hasta 1859, y nuevamente durante el bienio 1871-72, ya con el rango de brigadier. El después vicealmirante Polo de Bernabé se vinculó a sus lejanos parientes Madero residentes en Montevideo y Buenos Aires, y le tocó intervenir en la agresión sufrida en diciembre de 1857 por don Juan Nepomuceno Madero durante las contiendas en el Estado Oriental del Uruguay. Véase al respecto la actuación de aquel: MIGUEL ÁNGEL DE MASCO, La Armada Española en el Plata, (Rosario, 1981), donde se alude al episodio en pág. 122.

[3] Resulta pertinente transcribir uno de los documentos obrantes en la información iniciada en 1761:

«Yo el Escribano de estas diligencias doy fe y verdad en testimonio, que en este pueblo de Covaleda, ni al presente ni antes de ahora no hay ni ha habido distinción de estados ni padrones de hijosdalgo ni pecheros, aunque se han conocido de los primeros muchas y distinguidas personas, pues siempre se han gobernado como de behetría y han sido iguales en el concepto común; y la causa, según noticias; que vienen de padres a hijos, cuyos vecinos y naturales siempre han sido exentos de pagar servicio real y personal, ha sido el haber sido como es actualmente este pueblo de la Real Cabana de Carreteros, y libres de soldados y milicias; con cuyo motivo, gozando todos de este privilegio, no necesitaban los hijosdalgo distinguirse, y por lo demás jamás hubo padrones de ellos ni de pecheros, ni en el Archivo los hay ni se han hallado. Y para que conste de esta notoria verdad doy el presente, que signo y firmo en Covaleda, y enero 8 de 1767. En testimonio de verdad: Miguel de Bringas».

[4] En el Armorial de J. B. RIETSTAP figuran sendos escudos de esos dos apellidos de la región de Provence, a la cual pertenece la ciudad de Marseille: Ricard: «Titre de Marquis. D’or, au griffon de gueules; au chef d’azur chargé d’une fleur de lis d’or». Martel: «D’azur, 3 marteaux d’armes d’argent» (Información suministrada a don Fernando M.  Madero por el señor Hernán Lux Wurm).

[5] Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, sección de hijodalgos, leg. 1126, expte. 4. En dicha información aludieron testiguos septuagenarios a la familia de los Monreales vinculándola a la de los Bernabé en la villa de Duruelo, y que «a unos y otros sabe se han comunicado los oficios honoríficos de república como personas distinguidas, que son las de las dos familias, que están entroncadas y unidas la una con la otra por sanguinidad y distinción, y habidas por del estado noble». Esos «oficios honoríficos de Concejo» fueron los de Alcaldes de Hermandad, «que era el que sólo se daba a los nobles»; y en Covaleda, «Pro Mayordomos de fábrica depositarios del común» (gobernadores de la Real Cabana de Carreteros).

[6] El testimonio original de dicha certificación, expedido en Madrid el 9 octubre 1762, con las correspondientes legalizaciones de época, fue conservado por la familia encuadernado en tafilete encarnado y dorado, en perfecto estado; y hoy lo posee el escribano Alberto Madero. Se transcribe íntegro en el apéndice.

Esta certificación dio motivo a fines del siglo pasado para manifestar el característico espíritu porteño respecto a ínfulas nobiliarias, que merece ser difundido. En 1889 don Juan Nepomuceno Madero, de Buenos Aires, fue requerido por un sobrino que iba a viajar a España para que se la facilitara porque —según le expresaba— podría servirle allá de importante credencial.

El viejo patriota repitió la respuesta que ya diera en otra ocasión similar: «De nada te servirán»… Le contestó explicando su contenido y justificando su opinión, con atinadas reflexiones: «Son cuatro libros: dos pertenecientes a los antepasados de mamá y dos a los de papá, con certificados de nobles, hijosdalgo, con grandes hechos de valor en las guerras con los moros, etc., etc., que la mayor parte, si no todas, son mentiras e invenciones de los encargados de hacer esas credenciales». Y luego de aludir a la circunstancia de que el Marquesado de Haro debía recaer en él (véase nota 24), agregaba don Juan N. Madero: «Y como no fui ni soy tan zonzo para gastar tiempo y no pocos pesos para probar ser yo el hijo mayor varón de don Juan de Bernabé y Madero y de doña María del Carmen Viaña, quedan dichos libros sin ser de utilidad alguna; como creo que no lo habrán sido antes éstos ni los semejantes, si los herederos de esa nobleza y títulos no han tenido personalmente merecimientos personales. Hoy, si el noble, conde, marqués, duque, etc., no tienen fortuna metálica, instrucción, honorabilidad en todos sus procederes, ni los miran a la cara, lo mismo en España que en cualquier otro Reino; y a mi juicio hacen bien. Las consideraciones, el respeto y demás distinciones, no deben dispensarse sino a quienes las merezcan por sus buenas o sobresalientes condiciones personales». E imbuido del criterio republicano imperante en el Río de la Plata, finalmente le aconsejó: «Sigue siendo como eres, instruyéndote lo más posible, tomando por modelo lo más distinguido que encuentres en la buena sociedad, y serás bien recibido en todas las casas que corresponden a esa clase. Nada de vanidad, porque es un mal sentimiento, repulsivo a toda persona de buen sentido y que con frecuencia pone en ridículo al que lo domina»… (HÉCTOR ADOLFO CORDERO, Vida y obra de don Juan Madero, Buenos Aires. 1955).

 

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