ESTUDIO HISTÓRICO REALIZADO A PARTIR DE LA PILA BAUTISMAL DE LA PARROQUIA DE SAN QUIRICO Y SANTA JULITA DE COVALEDA (SORIA).

ESTUDIO HISTÓRICO REALIZADO A PARTIR DE LA PILA BAUTISMAL DE LA PARROQUIA DE SAN QUIRICO Y SANTA JULITA DE COVALEDA (SORIA).
Realizado por: Ángel Llorente

A todos los que nos gusta la historia de nuestra tierra, cualquier dato o información que nos dan, nos alegra y nos interesa conocerla.

En un viaje cultural que realicé a Santa María la Real de Nieva (Segovia), me llamó la atención la decoración que había en algunos dinteles y rincones del monasterio: unas piñas que, por tamaño y forma me recordaban a las que decoran la pila bautismal de la Iglesia de San Quirico y Santa Julita de Covaleda.

Terminada la visita, le pregunté al guía el significado de dichas piñas, relatándome que el monasterio fue fundado y patrocinado por Catalina de Lancaster[1], reina consorte de Castilla desde 1393 a 1406 por su matrimonio con el Rey Enrique III de Castilla[2], regente desde 1406 a 1416 por la minoría de edad de su hijo Juan II, siendo su divisa la piña.

Casualmente, llevaba una imagen en el móvil de la pila bautismal, que al verla me comentó: aunque no soy especialista en arte, creo que son signos emblemáticos de devoción de Enrique III y Catalina de Lancaster: El cordón de San Francisco es un símbolo de la Orden Franciscana, que adopta como insignia Enrique III[3],  la piña representa a Catalina de Lancaster[4].

Tras esta conversación, interesado en el tema, quise conocer si podría existir una relación entre Covaleda, Enrique III y Catalina de Lancaster.

Covaleda, así como Duruelo de la Sierra, pertenecieron al Reino de Castilla desde su fundación como condado, siendo ésta la frontera entre Castilla y el mundo musulmán.

En este mapa del siglo X, podemos ver la frontera del Condado de Castilla que coinciden con los actuales mojoneras de Covaleda. Los límites del Condado eran cuerdas inexpugnables para los ejércitos de aquella época.

Mapa del siglo X del Condado de Castilla en la provincia de Soria

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Del libro Historia de Soria: Centro de Estudios Sorianos.

Tras la conquista de la ciudad de Soria y sus alrededores a los musulmanes en el siglo XII por el Rey de Aragón, Don Alfonso I «El Batallador», se crea una gran comunidad de «Villa y Tierra», dependiente de Soria como capital de este territorio.

Los tierras pertenecientes a la «Villa y Tierra» son ricas en pastos, apropiadas para la cría de ganado ovino, donde abundan los montes de pinos y robles.

El aprovechamiento desde el punto de vista económico, fue, como es obvio, la cría de ganado ovino.

Esta comunidad pertenecía al Rey, aunque era administrada por los Consejos de la Comunidad.

Al fallecer Alfonso I, en el año 1134, pasa a los dominios de Castilla, pues Alfonso VII, rey de Castilla, es hijastro del rey aragonés.

No existe documentación del momento exacto en que Covaleda y Duruelo pasan a conformar la “Villa y Tierra” pero es entendible, desde el punto de vista que eran unos pueblos que pertenecían al valle del Duero.

Máximo Diago Hernando refiere sobre Covaleda y Duruelo:

«La aldea de Covaleda, no sabemos a ciencia cierta de qué instancia dependió desde el punto de vista jurisdiccional durante sus primeros siglos de existencia, pero sí nos consta que su integración en la Tierra de Soria se produjo por virtud de una operación de compra efectuada por el concejo soriano. El documento que hace referencia a tal operación no precisa la identidad de la persona o institución a quien fue comprado el lugar, ni tampoco el momento exacto en que tuvo lugar, pero es bastante probable que ocurriese hacia mediados del siglo XIII, por las mismas fechas en que tuvo lugar la incorporación de Duruelo. En cualquier caso durante el reinado de Alfonso X Covaleda ya formaba parte de la Tierra de Soria, pues fue este monarca el que concedió a esta aldea pinariega un privilegio de tenor muy parecido al concedido por él mismo a la vecina Duruelo, en virtud del cual reservó a sus vecinos el aprovechamiento de un extenso término minuciosamente delimitado en el documento expedido al efecto por la cancillería regia.

Y este privilegio sólo tenía sentido en un contexto de pertenencia de Covaleda a la Tierra de Soria, pues de lo contrario no se habría planteado la necesidad de conceder expresamente tal derecho de usufructo privativo, al darse éste por sobreentendido.

Consideramos, por tanto, que la incorporación de las aldeas pinariegas de Covaleda y Duruelo a la Tierra de Soria tuvo lugar hacia mediados del siglo XIII, con anuencia de la monarquía, al parecer después de haberse dado una compensación monetaria a sus anteriores señores. Pero esta incorporación se produjo en unas condiciones muy favorables para los vecinos de ambas aldeas, por cuanto se les permitió continuar aprovechando con exclusividad sus propios términos, al tiempo que se les abrió la posibilidad de usufructuar los términos realengos de la Tierra de Soria en igualdad de condiciones con los vecinos de la ciudad y sus aldeas, y de meter a pastar sus ganados en todos términos que en esta jurisdicción estaban sometidos al régimen de comunidad universal de pastos.»

Del texto anterior es importante traer a colación la concesión del privilegio de la posesión comunal del monte y su aprovechamiento forestal, lo que se conoce como suerte de pinos, a los vecinos de Covaleda, que sabemos que se produjo en el año 1260, por el rey Alfonso X[5] «El Sabio»: «las gentes della Covalleda, para los que vivieren e murieren e descendentes, que pueden usar e romper e tronchar árboles e pacer con sus ganados e beber las aguas e caçar e pescar a término todo e lebremente».

Evidentemente, la oligarquía de Soria no aceptó que el Rey Alfonso X, le concediese a los vecinos de Covaleda este privilegio,  la muerte del Rey les servía para reclamar la posesión de los montes al nuevo monarca. La pérdida de estos derechos significaba, a la postre, la desaparición de estos pueblos y el acrecimiento de la Tierra de Soria.

Refiere Máximo Diago Hernando, en el escrito mencionado, que el Concejo de Soria había adquirido Covaleda y Duruelo según un documento que no precisaba,  ni la identidad de la persona o institución a quien fue comprado, ni el momento exacto en que tuvo lugar.

El Concejo de Soria reclamó la propiedad del término de Covaleda a todos los reyes de Castilla a partir de Alfonso X, siendo la base de su reclamación este documento de compra.

Por lo que conocemos en dicho documento faltarían elementos básicos de cualquier contrato: no consta el nombre del vendedor ni la fecha, lo que nos lleva a pensar que la reclamación de propiedad presentada por el Concejo de Soria  nunca fue aceptada.

Y aquí es donde llegamos a la figura de Enrique III, Catalina de Lancaster y su relación con Covaleda,  nos consta que el 4 de junio de 1401, en la ciudad de Valladolid, reconoce la posesión de estos montes por parte de la aldea de Covaleda.

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Los vecinos agradecidos al Rey, que reconoció sus derechos y a su consorte, dedicaron una cenefa en su pila bautismal.

La cenefa, se conforma de un cordón perlado que se va ondulando, acompañado por piñas. De este cordón salen unas guías señalizada por unos nudos, que nos llevan a dos piñas, que como hemos señalado anteriormente, representan a Doña Catalina y a la Virgen María. La guía termina en tres pequeños brotes que nos indica el ordinal del rey III, tercero, en números romanos.

En la parte inferior de la cenefa hay un cordón de tres hilos, que representa la unión de esa aldea con sus reyes. En el Eclesiastés 4:12, nos indica que el cordón de tres dobleces representa la fuerza de unión que nunca se rompe.

La pila bautismal, hasta hace muy pocos años, estaba emplazada en la base del campanario, en una pequeña capilla, lejos de la vista de los vecinos pero siendo párroco de San Quirico y Santa Julita D. José Jiménez, reconociendo la belleza de esta obra, la situó en el altar de Jesús, permitiendo a todos los feligreses contemplar una de las piezas más antiguas y bellas de la Iglesia.

Hoy en día, aunque seguimos disfrutando de la belleza del bosque, sus fuentes, sus paisajes… no tenemos ni una plaza, ni una calle, ni un rincón, dónde recordar a ninguno de los protagonistas de esta historia y no somos conscientes del regalo que hicieron a nuestros antepasados y que hoy seguimos poseyendo.

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Verano de 2017

[1]  Catalina de Lancaster, (Hertford, 31 de marzo de 1373Valladolid, 2 de junio de 1418), hija de Juan de Gante y de su segunda esposa, Constanza de Castilla.

[2]  Enrique III de Castilla, llamado «el Doliente» (Burgos, 4 de octubre de 1379 –Toledo, 25 de diciembre de 1406), hijo de Juan I y de Leonor de Aragón, fue rey de Castilla entre 1390 y 1406.

[3] Enrique III adopta el cordón de San Francisco, como divisa de carácter religioso. Fue educado bajo la tutela del franciscano Fray Fernando de Illescas, fomentándole la devoción por dicho Santo donde se resaltan las virtudes de pobreza y humildad. Sufrió una larga enfermedad desde su infancia diagnosticada como tuberculosis. Pide la protección del Santo y adopta su signo, el cordón que llevan atado a su cintura los franciscanos, donde sus nudos (estigmas) representan el dolor aceptado y amado.

[4] El símbolo de Catalina es la primera divisa regia femenina de inspiración mariana, asociada a la fecundidad y la maternidad. Catalina de Lancaster unifica en su descendencia las dos ramas del Rey Alfonso XI de Castilla, puesto que ella es nieta de su hijo legítimo. Según se recoge,  Pedro I «El Cruel» y Enrique III,  nieto de Enrique II, hijo bastardo de Alfonso XI. El reinado de su hijo puso fin al conflicto dinástico que existía entre los partidarios de Pedro I y Enrique II. Su divisa simboliza la legitimidad de su hijo como descendiente directo de los reyes de Castilla.

[5] Alfonso X el Sabio  (Toledo 1221- Sevilla 1284) hijo de Fernando III El Santo y de Doña Beatriz de Suabia.

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