COVALEDA. VIDA COMUNITARIA, RECURSOS Y ESTRUCTURA INSTITUCIONAL EN LOS INICIOS DEL ANTIGUO RÉGIMEN – II

COVALEDA. VIDA COMUNITARIA, RECURSOS Y ESTRUCTURA INSTITUCIONAL EN LOS INICIOS DEL ANTIGUO RÉGIMEN – II

LA ESTRUCTURA INSTITUCIONAL.-

Pese a la escasa población de la Tierra de Soria en el siglo XVI –veintinueve vecinos de promedio por aldea, tres veces menos pobladas que las aldeas de la Tierra de Valladolid y siete veces menos que la media de de vecinos de la jurisdicción de Toledo o de Ciudad Real- eran precisamente los sexmos serranos de Tera y Frentes los que poseían las aldeas con mayor número de vecinos -un promedio de 140 habitantes por aldea, muy por encima de los 100 habitantes de las aldeas del sexmo de San Juan o los 117 habitantes que tenían de promedio las del sexmo de Arciel. El número de vecinos determinaba la composición del gobierno local, ya que la mayor parte de los aproximadamente ciento sesenta concejos de la Tierra de Soria, por su escasa vecindad, únicamente contaban con los dos alcaldes, uno de pecheros y el otro de la hidalguía, siempre que vivieran hidalgos en la localidad. Las aldeas más pobladas: Covaleda, Vinuesa, Pozalmuro, Quintana Redonda, Noviercas en su momento… elegían a sus representantes judiciales –los alcaldes-; a los regidores y al mayordomo, que llevaban el control económico, a los fieles y al escribano, que se encargaban del control administrativo, y a deheseros y guardas, oficios menores pero de gran importancia en laa localidades serranas. En la Covaleda del siglo XVI, todas estas autoridades eran elegidas en concejo abierto o asamblea formada por todos los hombres libre de la localidad, que convocados a campana tañida, se reunían en la Iglesia o en el cementerio. En estas asambleas vecinales, presidida por los dos alcaldes, las decisiones eran aprobadas mediante votación de toda la Comunidad vecinal. Apenas se producían ausencias, porque no sólo existía el derecho sino tambien el deber de asistir al Concejo.

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Las Ordenanzas de Covaleda reflejan incluso las multas que se imponían a los ausentes, que eran doblabas cuando el concejo era convocado de noche por necesidades urgentes – incendios, por ejemplo- A los transgresores se les prohibía asistir al concejo abierto de forma indefinida y pasaban a ser considerados como “personas nocivas para la república y bien del pueblo”

Ya hemos afirmado, que aparte de velar por el cumplimiento de las Ordenanzas, en esta especie de democracia directa que se constituía en el concejo abierto, en Covaleda se nombraban a las personas “encargadas de gobernar la república”, es decir, a los alcaldes y oficiales que eran renovados cada año. La ceremonia de elección de las nuevas autoridades se llevaba a cabo en la Iglesia de la localidad el día de San Esteban, después de que todos los vecinos asistieran a una misa del Espíritu Santo. Al tratarse de un municipio serrano con una población relativamente numerosa, además de los alcaldes ordinarios, también eran elegidos un procurador, el fiel, y un mayordomo, que administraba “los propios” y se encargaba de los festejos y de todo lo concerniente a la “mesa comunitaria”. El numero de deheseros –personajes encargados de la vigilancia de los montes- guardaba relación con la cantidad de montes y zonas de pasto del término. En Covaleda el concejo abierto elegía diez deheseros cada año, en Vinuesa nombraban ocho, en Aldeaelseñor sólo uno y en algunas pequeñas localidades de los sexmos meridionales de la Tierra de Soria, ninguno.

La dedicación a los cargos municipales exigía, en algunos casos, el abandono total o parcial de las actividades privadas y como aquéllos no eran remunerados, solían mantener un periodo de carencia. En Covaleda, el alcalde no podía repetir como tal “hasta que no hubiera holgado cuando menos dos años”. Según las Ordenanzas de la aldea, el oficio de mayordomo -de gran responsabilidad y de “grandísimo trabajo” porque tenía que administrar todos los recursos colectivos- “sólo podía ocuparse una vez en la vida y no más, conforme a la costumbre antiquísima”. Por otra parte, las Ordenanzas nuevas de Covaleda no permitían a los antiguos alcaldes ocupar el oficio de mayordomo. La justificación que dan a este hecho las Ordenanzas es una muestra más de la sabiduría popular: “…Por el daño que viene y ha venido a la buena gobernación de este lugar, que parece ser bajeza volver a un hombre de alcalde a mayordomo”.

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Los oficios menores en los municipios serranos de Covaleda, Duruelo y Vinuesa resultaban esenciales. Deheseros y guardas se encargaban de la regulación del pasto y del aprovechamiento maderero en los montes, dehesas, ejidos y prados de los términos, la mayor parte de ellos privilegiados desde el siglo XIII. Los deheseros, que debido a la extensión de los términos se constituían en guardas a caballo, controlaban los posibles abusos en los aprovechamientos por parte de vecinos y forasteros. Además, tenían la obligación de controlar los mojones de los términos, sobre todo en verano.

 Otro oficio importante para el aprovechamiento de los pastos era el de “los apreciadores de prados””, cargo ocupado por vecinos veteranos, que fijaban la  fecha exacta, siempre cambiante en función de las circunstancias climatológicas, a partir de la cual los vecinos iniciaban la corta de hierba en los prados del concejo.

También cada año eran nombrados los “jurados”, que controlaban y dirigían las “cuadrillas”, a las que se adscribían un determinado número de vecinos, que tenían asignada una parte del monte para la “corta” de madera. Jurados y autoridades se ponían de acuerdo a la hora de elegir los pinos que se debían corta cada año, intentando evitar el esquilmo. Hoy sabemos que el esquilmo nunca se produjo y que el sistema de corta y aprovechamiento del pinar era el idóneo. Todavía hoy se sigue repartiendo “la suerte de pinos” y de sobras es conocido que la supervivencia de la Mancomunidad de los 150 Pueblos de la Tierra de Soria tiene mucho que ver con la conservación del patrimonio basado en los montes.

Las Ordenanzas de Covaleda explican el sistema de reparto que se iniciaba, como hemos señalado, con la adscripción de los vecinos a su cuadrilla el día de San Antón, precisamente el día que se daba “la pechería”. Cuando algún vecino se olvidaba de inscribirse, o estaba ausente del pueblo de forma injustificada, perdía todos los derechos de corta durante el año. Los vecinos dedicados a otras actividades: pastores, ganaderos, carreteros, criados ….no podían vender los pinos conjuntamente con las cuadrillas, sino que solían recibir lo que por entonces se conocía como “la campana”, que consistía en la entrega a cada uno de ellos, por parte de su respectiva“cuadrilla”, de un determinado número de pinos. La entrega se realizaba en tres plazos: el primero durante el mes de mayo, el segundo, el día de San Miguel de septiembre y el último al finalizar el año. La gestión de estas entregas gratuitas también las llevaban a cabo las “cuadrillas”, que vendían la madera en “público concejo” y el dinero obtenido en la subasta se repartía entre los vecinos no dedicados al trabajo de “corte y aprovechamiento del pinar”

TERNEROS EN REFUGIO LOS SISTEMAS DE APROVECHAMIENTO DE LOS RECURSOS CONCEJILES

Las comunidades aldeanas de la Tierra de Soria, como las del resto de Castilla necesitaban, no sólo el terrazgo de cultivo, sino también una reserva de pasto para alimentar al ganado y una zona de vegetación montuosa para la corta de leña de combustión y como materia prima.. De ahí la importancia que adquirieron estas zonas de aprovechamiento colectivo que ocupan un lugar significativo en los Fueros medievales y que las Ordenanzas locales de la Edad Moderna trataron de actualizar, mediante la regulación y el reforzamiento de la propiedad pública. Máximo Diago ha hecho referencia al origen y a los diversos tipos de propiedad, diferenciando con claridad las propiedades de la Corona -usufructuadas conjuntamente por las aldeas y los municipios cabeceros de las Comunidades de Villa y Tierra- de los términos privilegiados de las aldeas, los cuales, por otra parte, constituían la base de los aprovechamientos comunitarios de usufructo colectivo para todos los vecinos en los municipios serranos, como Duruelo, Covaleda o Vinuesa. En este apartado haremos referencia a cuatro tipos de aprovechamiento característicos de estos lugares: ejidos, dehesas boyales, prados y montes.

El ejido.-

El ejido era un campo común, situado en las afueras de los pueblos, que formaba parte de la propiedad comunitaria y que solía ser utilizado para múltiples funciones. Allí se establecían las eras en los municipios agrícolas, servían para pasto y para mantener agrupado el ganado en las aldeas serranas y, de forma general, también eran utilizados para solaz de los vecinos en fiestas comidas de hermandad, En el Fuero de Soria se prohibia la labranza en los éjidos, por lo que deducimos que el ejido era importante, por extensión y dedicación, para las aldeas ganaderas. Las Ordenanzas de Covaleda marcan la extensión del ejido, que estaba localizado junto a la pradera comunitaria del concejo y que era vedado del primero de marzo hasta septiembre para poder ser utilizado como “pasto de vacas paridas, becerros de leche y para cabalgaduras y lechonas paridas” .

En las Ordenananzas de Vinuesa también quedan reguladas las condiciones para el aprovechamiento gratuito del ejido, por cierto muy similares a las de Covaleda, pues sólo podían pastar en él, las vacas paridas, mientras que quedaba excluido, de forma explicita, cualquier rebaño de vacas, ovejas, cabras y puercos, los cuales, en caso de infracción podían ser multados por cabeza y cada vez con veinte maravedíes.

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La dehesa boyal.-

La Novísima Recopilación se refiere a la dehesa boyal como “un territorio común, apartado para pasto y mantenimiento de los bueyes con que se labran las tierras para pan”. Y esa seguía siendo en el siglo XVI la función de la dehesa boyal en las aldeas meridionales con dedicación agrícola de la Tierra de Soria., ya que a las dehesas acudían diariamente en busca de pasto bueyes y mulas de trabajo. Sin embargo, en los municipios de sierra como Covaleda, Duruelo, Molinos y Salduero, en los que muchos de los vecinos eran miembros de la Cabaña Real de Carreteros, la dehesa boyal se dedicaba en exclusiva para pasto de los ganados de la carretería. Se trataba del bovino soriano de raza serrano-pinariega, posiblemente indígena y de proporciones algo menores de las habituales, a la que Ana María García Terrel ha calificado como una “raza de sobriedad extraordinaria”

En Salduero, ya en el siglo XVIII, debido al elevado número de carretas de transporte, no bastaba con la dehesa boyal para alimentar al ganado bovino,  por lo que se tuvieron que aprovechar todas las dehesas de las zonas yermas para  dedicarlas en exclusiva a la alimentación de los ganados de la Cabaña Real, mientras que las zonas de monte proporcionaban pasto común para todo genero de ganado. En Covaleda, por su parte, las dos dehesas boyales de Valdehorna y la Nava eran “privilegiadas”y también sus pastos eran exclusivos para “los bueyes domados que andan en carretería, probeyendo bino y trigo y los demás mantenimientos”, la justificación de esta exclusiva dedicación queda reflejada en las Ordenanzas, que ofrecen el siguiente argumento: “en el lugar (Covaleda) no se coxe ningún género de pan, ni legumbres sino yerba y los bueyes han menester la dehesa boyal”. Vinuesa, por su parte, también poseía dos dehesas boyales privilegiadas, la de Vallelengua con dedicación exclusiva para los ganados de la Cabaña Real de Carreteros y la de Covatobía, que se vedaba desde marzo hasta San Pedro de Junio, cuando “era necesario reforzar las hierbas”.

A pesar de las Ordenanzas, reglamentaciones y prohibiciones ya hemos señalado que no faltaron intentos de los ganaderos mesteños para aprovechar las ricas hierbas de las dehesas boyales con sus ovejas merinas, pero la Corona, siempre sensible a los privilegios, y el aparato judicial solían decidir a favor de la exclusividad de pastos. Los municipios serranos tampoco cedían e imponían durísimas sanciones . La veda de la dehesa de la Nava en Covaleda se comunicaba a los vecinos mediante un pregón y, a partir de ese momento, se cerraban las calles de acceso. Si a pesar de ello algún vecino o forastero entraba en la dehesa con su ganado, era multado hasta con una res de día y dos de noche, en función del tamaño del rebaño. Al ser las hierbas un bien colectivo, desde el municipio también se favorecía la delación y cada vecino se convertía en vigilante de los infractores, recibiendo a cambio la cuarta parte de la multa.

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Los prados.-

En la mayor parte de las aldeas de la Tierra de Soria, los prados eran de propiedad privada y solían estar acotados por sus propietarios. Sin embargo, en alguno de los concejos de los sexmos septentrionales de Tera y Frentes se mantenían como propiedad comunitaria. Al necesitarse mucha humedad para su mantenimiento, los prados se localizaban en las zonas muy próximas a los ríos o en lugares de abundancia de agua. Estos terrenos quedaban acotados para posibilitar el crecimiento de la hierba.

Los principios de solidaridad y reciprocidad se ponen de manifiesto una vez más en el trabajo y aprovechamiento de los prados concejiles. El Fuero de Soria ordenaba que los prados dehesados se comenzaran a guardar el día primero de marzo y la veda se extendía hasta el día de San Juan de junio, mientras que en Covaleda, con mayor altitud sobre el nivel del mar, la veda continuaba hasta el día de Santiago. En esta última localidad, cada vecino aportaba un segador y el heno recogido era repartido para toda la comunidad vecinal. Otra fórmula de aprovechamiento de los prados en Covaleda consistía en señalar a cada vecino un distrito de aprovechamiento. En ambos casos la solidaridad vecinal se manifestaba en el respeto a las decisiones del Concejo que decidía la fecha del inicio de la siega, momento que se denominaba “soltar el pago”. Los prados permitían cosechar el heno para la invernada, imprescindible en una tierra tan fría, pero, a su vez, una vez segado, durante “la otoñada”, los prados se convertían en zonas de aprovechamiento colectivo y gratuito y servían para pasto de vacas y becerros.

Durante el invierno se realizaba el “estercolado de los prados”, labor también regulada por el concejo y realizada “a reo vecino”, tanto en los prados concejiles como en los prados pertenecientes a “los propios” del municipio y, por lo tanto, arrendados a particulares. El estiercol para abonar los prados era transportado por las carretas y por los bueyes y caballerías de los particulares, mientras que el estercolado, que consistía en una operación en las que los vecinos cargaban el estiercol sobre sus hombros y lo extendían sobre los prados duraba hasta bien entrado el mes de abril.

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El aprovechamiento de los montes.-

Desde los primeros tiempos medievales los reyes de Castilla tuvieron una gran preocupación por la conservación de los montes y ya en el Fuero de Soria existía un Título dedicado a los montes y a los montaneros. Los Reyes Católicos, por su parte, en una Real Pragmática fechada en Burgos en el año 1496, planteaban un nuevo régimen de montes en el que se prohibía la corta indiscriminada, salvo en determinadas condiciones. Por su parte, Felipe II, siendo consciente del deterioro de la reserva forestal en todo el país, dio una serie de instrucciones a Covarrubias, presidente del Consejo de Castilla para acabar con el esquilmo de los montes. En ellas, el soberano constataba que “los que viniesen después de nosotros han de tener mucha queja de que les dejemos los montes consumidos” . En realidad, todos los Reyes, durante los dos primeros siglos de la Edad Moderna, llevaron a cabo una clara y definida política en defensa de los montes.

Máximo Diago ha descrito con rigurosidad, dentro del marco de la Tierra de Soria, el origen, las clases y los tipos de montes y los diferentes sistemas de propiedad y usufructo. Nosotros analizaremos brevemente las formas y métodos de aprovechamiento, centrándo la información en Covaleda y en las aldeas limítrofes. Hay que tener en cuenta que la ciudad de Soria y la mayor parte de los términos de los sexmos septentrionales de Tera y Frente eran montañosos. En este sentido, el Fuero de Soria constituye un verdadero catálogo de aprovechamiento del monte ya que hace referencia expresa al tejo, al escarambujo, al acebo, la majuela, la avellana, la estepa, el brezo, la endrina y otras plantas, que junto al roble, la carrasca y el rebollar eran característicos del monte bajo, mientras que el pino albar y el negral, junto a importantes zonas de hayedos formaban parte del paisaje en las áreas septentrionales que constituían el terrazgo de las aldeas de los sexmos citados. El monte, pues, formaba parte de la vida cotidiana en las pequeñas comunidades de Tierra de Soria. De los montes no sólo se aprovechaba la madera, también se practicaba el “ramoneo”, aprovechando las ramas pequeñas de los árboles para pasto; las zonas montuosas servían también para alimentar y proteger al ganado ovino durante el invierno y el fruto de los robles, las bellotas, constituían un importante alimento para el ganado de cerda.

En los montes privilegiados de las aldeas serranas la considerable extensión del pinar y la calidad de sus árboles favorecerían, desde la primera repoblación, el aprovechamiento de la madera. De ahí que se hiciera imprescindible la aprobación de diversas Ordenanzas y normativas que regularan la corta con la finalidad de evitar el esquilmo y la posterior desaparición de los montes. Las múltiples prohibiciones se concretaban en fijar las zonas de “redolado” o limpieza de los árboles ya cortados, que se debía llevar a cabo en zonas llanas para evitar posibles incendios; en impedir cruzar los árboles en los caminos del monte; en evitar las cortas de árboles “horcajados” y en tomar todo tipo de medidas para evitar los incendios, los cuales, según las informaciones que han llegado hasta nosotros, casi nunca se producían por causas naturales debido al clima humedo de la zona, sino por negligencia de los vecinos. Al hablar de la estructura institucional de las aldeas de sierra, hemos hecho referencia al papel de los jurados y a las cuadrillas como distritos para el aprovechamiento de la madera, completaremos ahora el proceso, analizando alguna de las normativas de obligado cumplimiento a la hora de aprovechar los recursos madereros. La racionalización de la “corta” comenzaba por su control. Las autoridades aldeanas llevaban la memoria de los pinos cortados con exacta referencia al día, mes y año y al precio pagado por los compradores. Todos estos datos constaban en un libro que estaba a disposición de los vecinos para ser consultado. Las anotaciones las llevaban los dos alcaldes, para evitar los abusos y la duplicidad de las ventas.

Las Ordenanzas de Covaleda nos informan también de las diversas técnicas utilizadas en el aprovechamiento de la madera. No se trataba sólo de la corta, también debía realizarse el “oreo” o exposición de la madera, ya cortada, al aire libre del monte para curarla. La operación de cura se llevaba a cabo en las “tozanas” -así se denominaban las zonas del pinar donde de separaba la “toza” o corteza, de la madera- Una vez realizadas estas operaciones, los troncos, ya limpios, se bajaban a los claros bajos del monte, utilizando los bueyes y las vacas propiedad de los vecinos de cada cuadrilla, mediante un dispositivo especial, formado por una madera, un clavo grande y una argolla a la que se fijaba el pino cortado.

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Ya hemos señalado que estos pinos cortados por las cuadrillas eran subastados en concejo abierto y el dinero obtenido se repartía entre todos los vecinos, incluidos aquéllos que tenían profesiones alejadas del mundo de la madera. Además de este tipo de aprovechamiento, todos los vecinos de Covaleda tenían derecho a coger madera de los pinos y robles del monte como leña para el hogar, para construir y reparar sus viviendas y para la construcción y reparo de sus carretas. En este último caso, el concejo abierto fijaba las zonas de corta y los carreteros de la Cabaña Real se encargaban de transporte y de la construcción. Esos mismos derechos los disfrutaban, por privilegio antiguo, todos los miembros de la Hermandad de Carreteros, aunque no tuvieran vecindad en Covaleda. Según la Novísima Recopilación, para beneficiarse de ello era necesario que anduvieran “de paso”, lo que les permitía apacentar con sus bueyes y mulas por los términos y poder cortar la madera de los montes por donde pasaran, siempre que fuera para reparo de las carretas y leña para guisar.

Pese a que han transcurrido cinco siglos, la regulación institucional de estas operaciones de aprovechamiento de la riqueza de pasto y madera en las aldeas serranas, expresadas en las riquísimas Ordenanzas de Covaleda, Vinuesa y otros pueblos serranos de la antigua Universidad de la Tierra de Soria, son la expresión de un modo de vida fundamentado en la solidaridad y la ayuda mutua. Es verdad que se trata de hechos históricos muy alejados de la actualidad, pero estamos convencidos de que es responsabilidad de nuestra generación darlos a conocer, porque los sacrificios, las fórmulas organizativas, la inteligencia para aprovechar los recursos del medio colectivamente durante tantas generaciones, deben formar parte de la memoria colectiva para que el presente no nos haga olvidar el pasado.

En la yerba

B I B L I O G R A F Í A

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