INVITACIÓN A LA ANTROPOLOGÍA CULTURAL DE ESPAÑA (2004)

cazando lobos año 1959

INVITACIÓN A LA ANTROPOLOGÍA CULTURAL DE ESPAÑA (2004)

C. Lisón Tolosarra

El año forestal comienza a primeros de septiembre. En primer lugar hacen una información del volumen de leñas en estéreos divididas en leñas altas y bajas o troncos. Después, proceden al señalamiento o fijación sobre el terreno de los productores que van a aprovechar. Descortezan el árbol e impresionan sobre el tronco una señal con un marco (manillo) y otra en el tocón para indicar la dirección de la caída. Una comisión municipal escoge los tradicionales “pinos de concesión o privilegio”, los mejores y de diámetro igualo superior a 40 cm, selección que se practica en los municipios burgaleses. El resto de pinos a cortar lo señala el ingeniero. El Ayuntamiento organiza la corta; terminada ésta reconocen el terreno para recontar y anotar los daños causados, operación a la que dan el nombre de contada en blanco. La próxima tarea consiste en hacer tantos montones como vecinos con derecho y sortearlos. Después orean y curan la madera, bajan los troncos descortezados por caminos forestales y finalmente limpian el monte. Cada vecino es dueño de su lote, que vende a serrerías.

Los obreros empleados para cortar, descortezar, limpiar y acarrear son del pueblo y reciben un salario. En general, lo reservado al municipio o a subasta pública pasa también a las manos de los vecinos con derecho. Además, parte de los ingresos de la madera reviene sobre los vecinos a través de las inversiones municipales en obras vecinales o públicas, como, por ejemplo, las instalaciones deportivas. Así, las de Covaleda tienen fama de ser las más completas de la provincia. También se traducen los beneficios en abastecimiemos gratuitos de agua, pavimentación, centros culturales, fiestas, etc., que los vecinos gozan sin desembolso particular. Como estas obras son realizadas por ellos mismos percibiendo salarios, el desempleo o paro no existe. Otra fuente de riqueza son las serrerías, con frecuencia en régimen de cooperativa, industrias de transformación de la madera, que complementan los ingresos de las suertes y de los salarios. Por último, se resinan en la comarca más de un millón de pinos. El derecho a resinar lo venden anualmente los municipios al mejor postor; su producto pasa a las arcas municipales y, por tanto, beneficia también a los vecinos.

Esta zona alcanza, en conjunto, las cotas de renta más altas de la provincia, y el nivel medio o estándar de los vecinos de la comarca pinariega es superior al promedio del campo español. La subcomarca de Covaleda no sólo no desciende en número de habitantes, sino que muchos de sus municipios experimentan tasas positivas.

Como era de esperar, la madera penetra en el interior de las casas, las cuales reflejan el modo de vida de sus propietarios: la madera priva en los suelos entarimados, en las vigas y aleros. El conocimiento de los pinos para clasificarlos y dividirlos, la aguda observación de su crecimiento, enfermedades y remedios tradicionales, el poder ver -como ellos dicen- la madera en los árboles, el prestigio que confiere el ser considerado localmente un experto en tales materias, es algo que canaliza y condiciona experiencias, desarrolla habilidades y deseos desde la niñez. También son refracción del modo de vida de ciertas prácticas religiosas y rituales. Nuestra Señora del Roble y Nuestra Señora del Pino son advocaciones y devociones conocidas. Pero veamos algo más concreto.

El 16 de agosto se celebra en Vinuesa un antiguo ritual. La leyenda, que relatan y creen los nativos, refiere que hace siglos la Virgen se apareció sobre un pino cuyas raíces estaban bien arraigadas dentro del término municipal de Vinuesa, pero cuyo ramaje, debido a la inclinación del árbol, estaba sobre el término de Covaleda. Una vez que los pastores de ambos términos, que tuvieron la suerte de presenciar la maravilla, recuperaron el control de sus actos, comenzaron a disputar el honor de llevar a la iglesia parroquial respectiva la imagen. De las palabras pasaron a las manos; en seguida corrió la voz de la pelea y acudieron prontamente refuerzos de los dos municipios para engrosar las filas; la batalla se prolongó por horas. Al darse cuenta las visontinas que sus maridos llevaban la peor parte, se unieron a la batalla con ramas de pino, con las que castigaban los ojos de los de Covaleda. La argucia femenina decidió la batalla. Los visontinos llevaron después la imagen a su iglesia parroquial en solemne procesión, mientras gritaban los de Covaleda: “Ya tenéis la Virgen, pero nosotros nos quedamos con los pinos”. Y desde luego su término es más rico en pinos.1094691_202604046575813_828529330_o

Esto es la leyenda que ahora aparece revestida en el siguiente ritual, conocido por el expresivo nombre de la pinochada. Las mujeres, en traje regional, llevan las ramas de pino a la iglesia para que sean bendecidas. El traje es llamado piñorra, y las ramas que portan, pinochos, términos todos derivados del pino, base de la economía. Formados en línea en dos lados de la plaza, esperan con el pinocho vertical. El centro de la plaza está vado. Con banderas y música, espadas y escudos llegan los cofrades de la Virgen y san Roque. Dejan sus banderas en el balcón de la casa consistorial y esperan. De pronto, la banda de música irrumpe con una marcha y dos grupos de hombres comienzan, con paso ritmico, a dar vueltas a la plaza en direcciones opuestas. Cuando los grupos se aproximan se lanzan mutuamente insultos. A la tercera vuelta comienza el ataque, al que sigue una pronta victoria por un grupo. El capitán de la facción vencida busca reforzar sus huestes reclutando mujeres. Música y tambores dan la señal de un nuevo ataque; el resultado de la pelea parece indeciso por varios minutos, pero la entrada del ejército femenino inclina la victoria a favor de los cofrades de la Virgen. Terminada esta batalla ceremonial todas las mujeres se lanzan, pero ahora en serio, a la persecución de todos y cualesquiera de los hombres que se encuentren por las calles de la población. Enarbolan sus pinochos, atacan sin tregua al elemento todo masculino y por una media hora dominan el pueblo y echan a los hombres de las calles, campos, casas y cafeterías. Los hombres, ante la avalancha femenina, simplemente huyen. En la fiesta, como en el momento de la aparición, es la mujer la que indina la balanza valiéndose de ramas de pino.

Otra vez queda, pues, sugerido cómo el medio, a través de un modo de vida, cristaliza en una sub-área cultural. Las normas, acuerdos, pactos, etc., que tienen por objeto la explotación de los recursos, controlan a los miembros de esos grupos para que ésta sea efectiva. En los modos de vida ganaderos y pinariegos podemos observar el proceso de reestructuración y socialización del individuo: para que todos en conjunto prosperen tienen que reinterpretar los conceptos de propiedad y convivencia, tienen que yuxtaponer al individuo y a la comunidad, posponer los intereses individuales a los del grupo. Esta socialización del individuo, este convertirse en un miembro más de la comunidad, en un miembro cualquiera, intercambiable, confiere a ésta una integración o unidad moral altamente significativa. Se tienen derechos y deberes por pertenecer a esa comunidad.

Una carreta mixtificada (neumáticos en lugar de ruedas de madera) de Duruelo de la Sierra.

Una carreta mixtificada (neumáticos en lugar de ruedas de madera) de Duruelo de la Sierra.

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