LAS EXCURSIONES DE BALMASEDA EN LAS GUERRAS CARLISTAS Y SU RELACIÓN CON COVALEDA

En artículos anteriores, hemos visto como Covaleda fue uno de los Cuarteles Generales Carlista más importante en esta guerra, siendo lugar de refugio y escondite de los altos mandos militares Carlistas, no solo del Cura Merino, sino de otros muchos importantes mandos antiliberales. En esta ocasión os muestro un documento que nos explica la relación de Balmaseda con Covaleda en los años 1837 – 1939.

Galeria militar contemporánea, 1

HISTORIA DE LA GUERRA CIVIL

EXCURSIONES DE BALMASEDA.

Aunque merodeaba Balmaseda por distintos puntos, su verdadero teatro de operaciones era Castilla; á ella volvió sin temor á las fuerzas que mandaba el brigadier don Javier de Ezpeleta, invadió por sorpresa algunas calles del Quintanar y al saber el 20 de Mayo, que se hallaba En Ontoria el coronel Mayols con una regular columna, se decidió á sorprenderle aquella noche. Marcha al instante, manda á su gente ponerse una camisa por encima para distinguirse de los enemigos, y acometen simultáneamente al pueblo con descargas y descompasados gritos; lo cual, la oscuridad de la noche, el tiroteo con que contestaban los liberales desde las casas y la confusión consiguiente á la sorpresa, bastaba á infundir terror en el ánimo de los poco esforzados. El incendio de algunas casas contribuyó á hacer verdaderamente horrible aquel cuadro de tanta confusión y espanto.

A las voces de cuartel se entregaban muchos, y en casi todos los sitios iba disminuyendo la resistencia. Solo en la casa de alojamiento de Mayols continuaba vivísimo el fuego de fusilería, sin que temieran sus defensores el incendio que devoraba la casa por tres de sus costados.

Impaciente Balmaseda por tan tenaz resistencia, subió al tejado con otros; se aumenta el incendio; pero no cede la heroica resistencia. Prefieren algunos hallar la muerte en la salida á ser devorados por las llamas, y logran su objeto, mueren: los demás resistieron hasta el momento en que iba á desplomarse el edificio, y entonces se entregaron.

«Algunas compañías, dice el mismo parte de Balmaseda, recorrían en tanto las calles y forzaban las puertas de las casas, y por todas partes iban sembrando el terror.»

El resultado de este hecho fue causar á los liberales varios muertos y heridos,  cuatrocientos noventa y nueve soldados y veintisiete oficiales prisioneros, y aprehender armas, municiones, caballos y otros efectos. Los prisioneros ascendían á igual ó mayor número que los vencedores.

Balmaseda perdió unos veinte y tantos hombres.

Don Carlos le ascendió á brigadier por este triunfo.

Al día siguiente, el 22, ofició desde Rabanedo á don Javier Ezpeleta anunciándole el desastre de la columna Mayols, añadiéndole, que, como no se le había concedido un punto conforme el tratado de lord Elliot, se veía en la precisión de poner en su conocimiento estaba decidido á hacer fusilar, no solo este número considerable, sino también los demás que tenia en su poder, y cuantos aprehendiese, toda vez que Ezpeleta con su columna o cualquiera otra enemiga se aproximase á cuatro leguas de Duruelo, punto que elegía para depósito por entonces y solo para el caso presente, prometiéndose no sucedería con este lo que con otros que no habían sido respetados como debían. “Deseoso siempre de aliviar la suerte de mis semejantes, añadía, y para cortar las incomodidades que necesariamente sufren los prisioneros por falta de depósito, pasa un caballero oficial de mi columna y otro de los prisioneros á tratar con V. S. el modo de verificar el cange lo más pronto posible”.

“El precedente oficio (publicado inexactamente) dice uno de los llamados historiadores de don Carlos, no quedó sin contestación; pero los términos en que se halla concebido[1] son tan insultantes y groseros que no quiero insertar[2] en el texto, reservándolo para el apéndice.”Galeria militar contemporánea, 1

No sabemos cumpliera el autor de las precedentes líneas su oferta; la cumpliremos por él, y juzgue el lector en vista, no de la contestación, sino de las contestaciones, la verdad de lo subrayado; y para mayor garantía, las copiamos del mismo periódico oficial carlista[3], cuya impresión es copia exacta de las que remitió Balmaseda para su publicación[4]

Prosiguiendo Balmaseda las operaciones militares, se vio obligado á segregar la infantería de la caballería; pasó con esta por la calzada entre Burgos y Lerma; recorrió el valle de Esgueva y los pueblos limítrofes situados á su derecha; estuvo á poca distancia de Burgos, y se colocó a media hora de Olmedo á esperar un convoy de uniformes que iba, de la corte, el cual se salvó. Se dirigió a Montejo, entre Arévalo y Olmedo, y de allí á la ribera, estrechándole cada vez más las tres columnas liberales que le seguían, que, á pesar de sus esfuerzos, no le impidieron pasar el Duero, lo cual efectuó por el vado de Puente Viejo, una legua de Roa, yendo á dormir á Gumiel del Mercado. Por las inmediaciones de Babon, guarnecido por unas dos compañías que no molestaron á los carlistas, llevó su caballería á Monasterio de la Sierra, donde el 2 de Julio se unió con la infantería; hicieron juntos un movimiento rápido sobre Monasterio de Gamonal, de cuya guarnición se apoderaron el 3, haciéndola antes salir del pueblo. La de Castil de Peones quiso auxiliarla, pero era escasa y retrocedió.

Con ánimo de hacer frente á la columna de Albuin, forzó una marcha y se situó en el Rollo, y al día siguiente en Hinojosa, tres leguas de Soria; y viendo infructuoso su objeto, hizo regresase la infantería, que marchó por la derecha del Duero á Cobaleda, haciendo en tanto Balmaseda acopio de granos, que condujo á la sierra. En la tarde del 6 se volvió á unir con la infantería, y emprendió otra expedición, sin resultado por la activa persecución que le hacían, teniéndole en continuo movimiento y huyendo.

El 21, con el escuadrón y una compañía de cazadores, corrió á las llanadas de Castilla, pasó á Ayllon, de allí á Riaza, y repentinamente se presentó en la carretera de Madrid, dos leguas de Aranda, donde aprehendió un convoy de cinco mil pares de zapatos y una galera con lienzo, cuyo diez por ciento importaba dos mil sesenta varas, que repartió entre sus voluntarios. Con la misma celeridad se presentó en Cuellar: su guarnición, de veinte y dos hombres, se encerró en la torre de la parroquia de San Miguel; les intimó la rendición, y al oír su negativa, mandó desocupar la iglesia é incendiarla, y en menos de media hora una columna de fuego, elevándose á la cúspide de la torre, dejaba ver sus llamas al través de las campanas. Los carlistas impedían á los sitiados salir á respirar, y el fuego y el humo les ahogaba; querían rendirse y su jefe no lo permitía. Prometiéndose cuartel á los individuos, cogieron estos al jefe y lo arrojaron por la torre. Balmaseda mandó se apagase el fuego y se pusiesen escalas, y los rendidos, asesinos de su jefe, se alistaron en las filas carlistas.

Estos emprendieron su marcha por Campasdero, Quintanilla, Olivares, Curiel, y pasaron á Aza, donde descansaron al frente de la columna de Capablanca, sin hostilizarse. Por San Martín de Rubielos y Nava, desarmando á sus nacionales, volvieron á pasar el Duero por la parte de Soto. El 26 llegaron á Velilla, pasaron á Fuente Megil; por la noche salieron para Santa María de Muñecas, y el 27, Balmaseda, con el ayudante don Antonio de Medrano y algún otro que se quedaron á retaguardia de la columna, pretendieran hacer frente á algunos jinetes de la vanguardia de las fuerzas de Rodríguez.

Este se mostraba activo en la persecución, que eludían sus contrarios haciendo precipitadas marchas, recorriendo llanos y sierras, y viéndoseles invadir comarcas feraces y pueblos de importancia, en los que se presentaban de improviso, como sucedió en Arévalo y otros puntos.

El 21 de Agosto marchó con el escuadrón de húsares de Ontoria y las fuerzas de Carrión y Celis á Oña, sorprendiendo á su milicia nacional; de allí pasó á Roa, cuyo pueblo fue asaltado, rompiendo unos las puertas y trepando otros por diferentes puntos. Los nacionales y la pequeña guarnición se refugiaron en la casa fuerte y torre de la iglesia. Para rendirlos se apeló al acostumbrado é inhumano medio de las llamas; prendióse fuego á la iglesia y casas inmediatas; pero la noche se acercaba, y no daba á Balmaseda los resultados que se prometía; avivó más el fuego, y temiendo permanecer en aquella villa, se retiró, dejando terribles é inolvidables recuerdos de su presencia en un pueblo que casi era el suyo. Se dirigió á Arévalo; aprehendió bastantes nacionales, á quienes desarmó y dio libertad después de juramentarles; fusiló á un corneta porque hizo fuego, y después de descansar en Riaza y pasar por Santa María de Nieva y Carboneros, salvó el Duero por el puente de Gormaz, se dirigió á San Leonardo, y de aquí al cantón de Covaleda á dar á la tropa el descanso que necesitaba.

La persecución no había dejado de ser activa por las columnas de Albuin, Valderrama y Coba; pero eran más ligeras las piernas de los carlistas, y con sus bandos ó con sus simpatías en algunos puntos, imposibilitaban dar á los liberales noticias exactas de las marchas. Hasta llegó á temer Carondelet por Valladolid y pidió auxilio.

Acosado se veía, sin embargo, Balmaseda, y al comenzar Setiembre le andaban cerca Albuin, que operaba por la parte de Casarejos, y Coba por la de Quintanar; pero los buenos espías que ayudaban al jefe carlista y su audacia, le indujeron á tomar la ofensiva y preparar una sorpresa á Coba. Salió de Cobaleda á las cuatro de la tarde del 2, y marchando por la fragosidad de los montes acompañado de Celis, se hallaba á las siete sobre Quintanar de la Sierra; ocupó las avenidas; ofreció un premio si se conseguía la destrucción de la columna liberal, y cuando la creyó descansando, preparó la invasión. Dueños de una parte del pueblo, rompieron el fuego á las diez de la noche, á la voz de viva el rey, y empezaron á incendiar casas: se hizo resistencia en algunas, y á las ocho y media de la mañana continuaba el fuego desde la única donde se hallaban once caballos y veinticinco infantes. No pudiendo Balmaceda resistir tanta temeridad y el fuego mortífero que hacían, aceptó la oferta que le hicieron algunos prisioneros de prestarse á cuanto pudiese contribuir al triunfo, y dispuso que mientras estos se acercaban á las puertas para incendiarlas, sus voluntarios rompiesen un vivo fuego contra las troneras. Pero aquellos soldados se quedaron sin jefe; ó le asesinaron ó se suicidó, y se rindieron. En otras casas prefirieron morir abrasados, y unos doscientos cuarenta y seis hombres sucumbieron valientes entre las llamas, ó batiéndose con heroísmo. Coba, sustraído de la muerte por un rasgo de generosidad, fue prisionero, habiendo recibido antes once heridas de gravedad. Unos diecinueve jefes y oficiales, y más de trescientos de la clase de tropa fueron los prisioneros, pertenecientes al primero de ligeros de caballería y regimiento de Borbón 17 de línea, muchos de los cuales fueron fusilados por pelotones en el mismo día[5].

A Coba y demás soldados heridos los mandó conducir á Canicosa.

Espartero envió enseguida refuerzos á Albuin, é instrucciones tan terminantes como terribles para exterminar á los que tan sangrienta guerra hacían.

Aunque no compensara el desastre de Quintanar, no dejó de tener alguna importancia para los liberales las ventajas que obtuvieron estos el 5 en el Campo de Lara, quedando prisioneros cerca de trescientos carlistas entre jefes, oficiales y tropa, rescatándose cincuenta y tres de los sorprendidos en Ontoria.

Balmaseda, eludiendo la vigilancia de las guarniciones liberales y de la columna de Castañeda, que iba á su encuentro, llegó á Orduña, donde permaneció hasta el 17 de Octubre, que regresó de nuevo á Castilla la Vieja con don Epifanio Carrión, llevando á sus órdenes unos cuatrocientos setenta caballos y cerca de cuatrocientos infantes, á los que arengó con entusiasta energía; pero pronto tuvo que regresar á las Provincias, sin haber ofrecido á la historia hechos dignos de referirse.Galeria militar contemporánea, 1

Estas excursiones, como ha podido observarse, ofrecían por lo general escasas ventajas á la causa carlista, y eran desastrosas para el país, por las terribles huellas que dejaban, Sin dominar más que el terreno que pisaban, las principales operaciones se limitaban á correr, y el que más corría aquel ganaba. De aquí las sorpresas que se ejecutaban. En los apuros no faltaba un paso para volver á penetrar en las Provincias Vascongadas.

Libre don Juan Manuel de Balmaseda de las vicisitudes que dejamos referidas en el tomo anterior y después de los fusilamientos de Estella, marchó al Maestrazgo, y publicó esta significativa alocución que copiamos del mismo original[6].

Galeria militar contemporánea, 1

[1] Concebida, habrá querido decir.

[2] Insertarla, deberá ser

[3] Boletín de Navarra y Provincias Vascongadas del viernes 8 de Junio do 1838, pág. 283.

[4] Dicen asilas contestaciones citadas:

”Comandancia general de las tropas do las sierras de Burgos y Soria. -No encuentro inconveniente en que se verifique el cange de los prisioneros; pero no me hallo autorizado por el Excmo. señor general en jefe para hacerlo: en el momento solicitaré la expresada autorización. Sin embargo, si vd. quiere desde luego darles libertad, me atrevo a ofrecer a vd. le serán entregados igual número de nuestros depósitos.- Dios etc.- Navaleno 22 de Mayo de 1838.- Javier de Ezpeleta.- Señor don Juan Manuel de Balmaceda.”

Otra. “Comandancia etc.- En el supuesto de que se trata del cange de los prisioneros, queda por ahora, y mientras, no le avise á vd. con ocho días de anticipación, el punto de Duruelo, que vd. tiene como depósito, y será respetado, á no ser que sirva á vd. de punto de seguridad contra el espíritu del tratado que vd. cita.- Dios etc.- Navaleno 22 de Mayo de 1838.- J. de Ezpeleta.- Señor don Juan Manuel de Balmaceda.”

El jefe carlista replicó con esta comunicación:

“Columna del ejército real expedicionario de Castilla.- Vistas las comunicaciones de vd. del 18 (a) y 22 del que rige, pasan los tres prisioneros de la Guardia real por los tres cazadores que me ha devuelto con el teniente parlamentario, no pudiendo menos de hacerle presente lo muy sensible que me será privar á los quinientos prisioneros restantes de aquel desahogo que pudieran disfrutar, y con cuyo objeto propuse a vd. el radio de cuatro leguas de Duruelo.

Este pueblo no será el de mi fija residencia, aunque mi fuerza sea menor que el número de los que tiene que custodiar. Por ésa razón fijo el citado radio, en el bien entendido, que un paso de las fuerzas enemigas infringiendo este convenio, es la señal de muerte para todos estos infelices, á quienes se les trata con la consideración que ellos mismos pueden decir. Seré complacido que el cange se verifique lo más pronto posible, y precisamente con individuos de la división del conde Negri y mi brigada. que se hallan en Burgos, de igual número y clase por otro igual en clase y número, á cuyo efecto podrá concurrir un comisionado con dos ordenanzas solamente, y para el de caballeros oficiales creo que lo más decoroso será mandarles bajo palabra de honor de tres en tres, esperando el recibo de los primeros para la remesa de los segundos. Para este change de caballeros oficiales señalaremos de común acuerdo el punto donde deba verificarse y custodiarse en el interin, seguro de que se respetarán escrupulosamente los pactos, y sentiría infinito se me pusiese en la dura precisión de hacer un ejemplar harto lastimoso, Y cuya responsabilidad pesará solo sobre vds. Para obviar toda dificultad y remover las dudas que pudieran ocurrir, sin ser visto creerle á vd. escaso de los conocimientos topográficos de este país, incluyo la adjunta nota de los pueblos del radio, dentro del cual andará el número de prisioneros.- Dios etc.- Cuartel general de Quintanar y Mayo 23 de 1838.- Juan Manuel de Balmaseda.- Señor don Javier de Ezpeleta”.

(a) Esta fecha está equivocada; es del 22 también; no pudo ser del 18 porque ni había tenido lugar la acción, ni había escrito Balmaceda su primer oficio.

[5] En la sumaria que se formó declara como testigo Ambrosio Álvarez, soldado de la 6ª compañía del 3º batallón del 17 de línea, que llevado en un pelotón á ser fusilado, quedó ileso en la descarga y se hizo el muerto hasta que pudo escapar.

Para perpetuar la memoria de este hecho se expidió esta orden:

«Excmo. Sr.: Para señalar de un modo especial la gloriosa acción dada en Quintanar de la Sierra el día 3 del corriente por el brigadier don Juan Manuel Balmaseda, en la que fué totalmente destruida la columna del rebelde Coba, se ha dignado S. M. conceder, a propuesta del mismo brigadier, una medalla á todos los individuos que concurrieron á dicha acciono. Será de forma cuadrangular: de oro para los jefes y oficiales, y de plata para la tropa; tendrá en el anverso la inscripción siguiente: “EL REY C. V, 1838”. Y en el reverso: “A los vencedores de Quintanar”. Y la llevarán pendiente de una cinta negra en su centro y encarnada en los costados. Lo digo á V. E. de real orden para su inteligencia y efectos consiguientes.- Dios, etc.- Real de Valmaseda, 21 de Setiembre de 1838. Valde-Espina.- Al G. de E. M. G. de ejército.”

[6] Castellanos: Atentados cuya memoria me horroriza, preparados por una serie continuada de intrigas, que solo una mano aleve y traidora pudo fraguar, enviaron á la tumba á generales y compañeros cuya pérdida es imposible llorar bastante, y me separaron de vosotros; pero a la fidelidad y valor de los héroes que tengo el honor de acaudillar, no hay dificultades ni imposibles. Sus cortantes espadas, á cuyos filos no resisten los petos y corazas de los prosélitos de la rebelión, sabrán cortar el nudo de la traición, y tronzar las cadenas que oprimen a nuestro amado soberano.

Mientras llega este venturoso día, seguid constantes la senda del honor y de la fidelidad; no desoigáis los clamores que mi voz, aunque lejana, os dirige. Sed constantes, os repito y ayudad con vuestros esfuerzos a esos nuestros hermanos y compañeros vascongados. No os desalienten las fatigas; estad unidos; no consintáis que la discordia rompa vuestros fraternales lazos; no desamparéis á nuestro idolatrado soberano, y sobre todo velad noche y día por su preciosa existencia y la de toda su real familia.

Constancia, castellanos. No desmintáis vuestro nombre y bien merecida reputación, y estad seguros que tan pronto como las operaciones en estos reinos de Aragón y Cataluña permitan a sus invencibles caudillos asegurar el dominio en ellos de las armas del rey, volarán con fuerzas numerosas en vuestro auxilio. Yo os prometo ir en la vanguardia. Nadie se opondrá,  nuestro ardimiento. Mi corazón anhela por ver llegar el momento, que no está distante, en que nuestras armas victoriosas coronen con un doble triunfo la grandiosa empresa que nos las hizo empuñar. Castellanos, navarros, vascongados, sea nuestro lema: rey, unión, constancia, y exterminio de los traidores.- Cuartel general de Chelva 30 de Mayo de 1839. Vuestro compatriota y compañero, Juan Manuel de Balmaseda.

 

 

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