EL IMPARCIAL – (16/08/1930)

EL IMPARCIAL – (16/08/1930)

 Lo del día

Un magnífico Nash “ocho en línea” nos brinda la acogedora comodidad de los mullidos asientos, y en suave movimiento de cuna, nos lleva en ininterrumpida marcha durante dos horas a través de frondosos y balsámicos pinares para detenerse, al fin, cabe la plaza  Mayor de Cobaleda, donde una clásica merienda repone nuestras no gastadas fuerzas.

Es fiesta en el pueblo. A un costado el Ayuntamiento, en una plaza-frontón, se juega empeñado partido de pelota, que preside desde amplio balcón el clero de la villa. No me interesa; máxime, cuando por parte de uno de los costados de la plaza, que comunica con otra lindante, algo más baja, a la cual da la fachada principal de la casa edificia, llega hasta nosotros el rumor de risas de mujer y los acordes, un tanto extraños, de la música pueblerina, emitidos por la charanga prisionera en un a modo de enorme frutero amarillo que sostiene sobre el centro de la plaza la columna primitiva de un grueso tronco de pino, y del que sólo puede descenderse aplicando una escalera volante que no alcanzamos a ver por parte alguna.

Bailan mozas y mozos, viejos y jóvenes siguiendo el compás, un tanto caprichoso, de una jota con aires de «muiñeira» y gotas de «habanera». Laa parejas giran enlazadas unas veces en honesto abrazo, y otras se separan para puntear la copla de la jota, que ahora tiene reminiscencias de «albaes» levantino. La aristocracia pueblerina contempla el espectáculo desde los balcones de la «Unión Pinariega» y cuando, terminado el baile, irrumpimos forzando la muralla humana que rodea la pista, en la plaza Mayor cobaledína, nuestra vista, cual en un teatro, se extiende por los balcones-palcos, siguiendo la habitual costumbre cortesana de inventariar la belleza y la distinción que se ofrecen espectacularmente a los ojos del mundano cronista, desplazado en esta tarde de agosto del escenario habitual de sus andanzas.casa rural san lorenzo (5)

Pronto la vista, que resbala indiferente sobre la multitud que ocupa los balcones, se detiene extrañada en el principal de la casa comunal. Algo que no va con el tono general del ambiente ha herido la sensibilidad, un tanto adormecida de mi retina en descanso. Es que allí, en el balcón municipal, rodeada de dos o tres jóvenes de belleza vulgar, ha surgido de pronto, como Venus de las aguas la espléndida belleza de armonioso conjunto, de perfectos detalles, de acabada factura, que es algo así como un sol de ardiente luz cegadora que brilla y refulge en el horizonte de apagados y mortecinos astros a que llevábamos acostumbrada la vista en su paseo por el baile rural.

Es morena; de ojos claros, de los del “dulce mirar”, del buen Cetina; melena corta, partida en raya sobre el lado izquierdo, pelo liso y planchado que armoniza la redondez de la cabeza airosa con la perfección del óvalo de su rostro mate, de un moreno claro. Sonríe. Ha visto mi estremecimiento de extrañeza, al tropezar mis ojos con su efigie divina, y la sonrisa se agranda hasta entreabrir su boca maravillosamente dibujada, dejando ver la más preciosa hilera de blancos dientes, iguales, que para si pudiera desear la más exigente de mis lectoras.

Mi admiración se comunica a los demás acompañantes y pronto, bajo el balcón florido por la más bella flor de entre las flores, se forma compacto grupo que unánime la admira y, en homenaje a su belleza, se inclina reverente saludándola con palabras de admiración que llegan hasta sus oídos y la hacen reír armoniosa y dulcemente, al devolvemos el saludo emocionada.bailando la jota en el cubo

Inquirimos quien es. Es forastera. Nadie nos da razón exacta de su procedencia. ¿Burgo de Osma? ¿Logroño?…Tampoco su nombre, que debe ser dulce y arrullador, como la brisa balsámica de los pinos cercanos, es posible hacer llegar a nuestros oídos. El entusiasmo crece. Nos disponemos a invitarla a bailar, pero la música, implacable atacadora de nuestros nervios ha poco, descansa concienzudamente, y en la larga espera, sonrisas y miradas se cruzan y entrecruzan, en tanto la belleza de la bella morena, que apoya los desnudos brazos en la baranda del balcón haciendo resaltar más la belleza de su busto y el divino modelado de su cuello flexible, se hace en la tarde que muere lentamente, más ideal y más perfecta.

Uno a uno, perezosamente, los músicos ascienden al tablado, y cuando ya me disponía a recoger, en mi privilegio de descubridor, el premio de recibir a la bella desconocida entre mis brazos de bailarín afortunado, la implacable llamada de la ronca bocina, la necesidad imperiosa de retomar al punto de partida, truncó en flor el idilio que prometía la dulce sonrisa de la princesa de mi balcón encantado, que en supremo adiós de triste despedida agitaba con su linda mano el albo pañolito, mientras resoplando poderoso, y levantando a su paso nubes de polvo, entre las cuales se nos antojaba reconocer a veces una imagen lejana de la linda morena, el automóvil, entonces instrumento odioso de tiranía y arbitrariedad, nos tornaba veloz, entre las sombras de la noche, a Soria la desdeñada, heredera de Numancia la destruida.

De ORENSE

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